Esta Nota es publicada por cortesía de Deseret.com
Por el Consejo Editorial de Noticias Deseret
El futuro es turbio. Mucho más claro que sumergirse en predicciones inciertas sobre el fin de esta pandemia es reflexionar sobre lo que nos ha enseñado.
Algunos sugirieren que el virus fue enviado por Dios para enseñar una lección a la humanidad. Otros destacan la polarización política y las fallas de liderazgo. Varios hablan de las desigualdades sociales que se agravaron o de la necesidad de una mayor preparación para crisis futuras.
La mayor lección que aprendemos del COVID-19, es que nos fuerza a reevaluar nuestras vidas, prioridades y relaciones personales.
Sin duda, la pandemia del COVID-19 ha traído un sufrimiento terrible. Muchas personas han muerto, en todo el mundo. Innumerables personas han perdido sus trabajos, han sufrido una tensión emocional profunda o han superado la enfermedad causada por el virus, solo para tener efectos secundarios graves y persistentes. Pero quizás un lado positivo de la pandemia, en el contexto del dolor, es que muchas personas y familias han utilizado este momento único para sanar y fortalecer sus relaciones.
Las relaciones parecen ser una fuente de resiliencia al lidiar con las tensiones de la pandemia. De esta manera, las familias y las relaciones parecen ser un salvavidas a través de los desafíos del COVID-19.
A medida que el mundo continúa luchando contra la pandemia del COVID-19, esperamos que haya una lección en la mente: cada persona necesita el sustento de las relaciones. Sin alguien en quien confiar, nuestros cerebros pueden autodestruirse. Cultivar relaciones y evaluar prioridades durante esta pandemia será el antídoto.
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