Comentario

El valor de la sonrisa de un niño

Niños de la escuela especial Dr. Adolfo Tannenbaum de Viña del Mar reciben con gran alegría  computadores donados por la Iglesia para equipar su sala de computación.

Esta escuela de enseñanza básica de la población Gómez Carreño de la ciudad jardín, en mucho se parece a tantos otros colegios de nuestro país, con aulas, patios y recreos. Sin embargo, en su interior existen notorias diferencias. Una de ellas es que esta es una escuela que se especializa en el aprendizaje del lenguaje y enseñar niños que presentan desafíos auditivos.

 

Hoy tuve el privilegio de representar a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días junto a Samuel Jara, líder de la mísma en Viña del Mar, en la entrega oficial de 18 computadores que fueron donados para equipar la sala de computación de este singular establecimiento.

Al llegar nos recibió Luis Cerda, quien es profesor de  tercer año de la escuela y que nos ayuda junto a algunos alumnos a descargar los computadores. Me comenta que se siente alegre porque finalmente hayan llegado, ya que los necesitan mucho. Él nos presentó a la directora de la escuela Cecilia Porzio López, quien nos compartió algo acerca de su vida como profesora. Se ve en sus ojos que ama la educación y disfruta su vida junto a los niños. Dirige esta escuela hace unos cinco años y entre sus responsabilidades también se encuentra la infraestructura y equipamiento del establecimiento. Nos revela que el dinero es escaso y no alcanza para mantener todo lo que tienen que mantener, y mucho más dificil es poder renovar cosas pero se las ingenia para hacerlo. También nos cuenta que en cuanto a los computadores de la escuela sólo tenían 3 funcionando para los 350 alumnos que enseñan. Trepidé por un momento en consignar este último dato en el presente artículo, pero decidí hacerlo simplemente porque es la verdad con que estos valientes profesores enfrentar el sagrado oficio de enseñar a nuestros hijos.

Al ver el tremendo esfuerzo que ella y sus profesores hacen para sacar los alumnos adelante, me sentí feliz de comunicarle oficialmente la donación de los computadores. Aunque ella se manifestó agradecida, no comprendí en ese minuto  lo que esta donación significaba para ella, para los otros profesores y especialmente para los alumnos de la escuela, pero si podría entenderlo más adelante esta mañana.

Junto al profesor Cerda nos mostró las dependencias del colegio y nos presentó en algunas salas de clase a los alumnos. Todos son muy amistosos con nosotros y se muestran atentos a nuestra visita. La directora Porzio les comenta que somos los "tíos" que reprensentan a la Iglesia que donó los computadores y que pronto ellos retomaran sus clases de computación con un equipo para cada uno. Al oir esto todos gritaron y aplaudieron, fue espontáneo, no los prepararon para que lo hicieran. Fue un momento inolvidable.

La directora nos dice en este punto que los computadores son esenciales para el aprendizaje de estos niños y que mucho del contenido del curriculum se accede vía internet y que ahora finalmente podrán hacerlo. Junto a su testimonio, advierto que los niños gustan de los computadores y que en cierto modo  es mucho más fácil enseñarles de una manera que para ellos es divertida.

Antes de dejarnos partir, hubo un acto en que todos los alumnos de la escuela se formaron en el patio. Hicieron filas y tomaron distancia. Al ver esto mi mente viajó por lo menos 35 años al pasado y me ví formado como ellos y con mi cara llena de alegría, también como la de ellos. Me presentaron y todos dijeron al unísono "buenos días tío Valentín". Debido a la emoción, a penas articulé una frase para decirles que tendrían computadores nuevos y todos se alegraron, rieron y algunos hasta gritaron.

Al finalizar el acto, el que también fue hablado en el lenguaje de señas, los niños corrieron a ver los computadores, otros vinieron a mí para preguntarme si yo era mormón y dije que sí, a lo que algunos respondieron con una pícara risa, pero sin excepción me dieron las gracias. Al ver sus caritas tan felices, medité  en lo fácil que es hacer sonreir a un niño; si los computadores ni siquiera son los más modernos me dije, pero para ellos eso no importaba, tenían computadores para usar en el colegio y eso era suficiente.

Al dejar la escuela quedaron grabadas en mi mente por sobre todo las sonrisas de los niños y de nuevo me dije, que fácil es hacerlos sonreir, pero que tremendo es lo que sus risas provocan en el alma humana y pensé si mi Salvador no sentía lo mismo al contemplar a los niños que lo rodearon. Creo que sí y que vale la pena todo esfuerzo por cuidar a estos pequeños y darles oportunidades. También me sentí felíz por pertenecer a la Iglesia cuyos miembros hacen posible estas ayudas a quienes lo necesitan tanto, porque siguen el ejemplo de Cristo y se preocupan por los demás. Es cierto, fue sólo una pregunta inocente "¿Usted es mormón?"  y aunque se trata sólo de un sobrenombre, SI lo soy, y me siento feliz de serlo.

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