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Hacer fila para entrar a la Iglesia, continuación.

¿Será posible tener que hacer fila para entrar a escuchar los sermones en una Iglesia?

Bueno, en las conferencias anuales de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días esa es la realidad. De hecho,  si uno no llega  a lo menos con  una hora de anticipación, puede hasta no tener asiento.

 

Las conferencias anuales son todo un acontecimiento para los miembros de la Iglesia. No sólo aquellos de Utah asisten al denominado Centro de Conferencias ubicado en Salt Lake City, el que tiene una capacidad para 22.000 personas, sino que gente de todas partes del mundo vienen a presenciar esta reunión que se realiza dos veces por año en cinco sesiones durante sábado y domingo.
 
La ciudad, que normalmente suele ser muy tranquila, con amplias avenidas que permiten el fácil dezplazamiento de transeuntes y vehículos, durante la semana de la conferencia se ve alterada con millares de personas que ocupan casi cada espacio posible. De todos los hermosos lugares de Salt Lake, sin duda el favorito para los visitantes es  la así llamada "Manzana del Templo", un lugar de más o menos 1/2 hectárea, donde se encuentran algunos de los más emblemáticos edificios de la Iglesia, como lo son el templo de Lago Salado y el Tabernáculo.
 
Esta mañana, llegué al Centro de Conferencias con una hora de anticipación y la esperanza de entrar de manera rápida. Debí levantarme más temprano, ya que encontré a miles de personas afuera  formadas en línea esperando su turno para ingresar. 
Aunque la cola de personas era larga, todos se ven contentos, animados de estar allí, sin perder la paciencia por la espera. Me dio la impresión de estar en la fila para entrar a ver un espectáculo, un partido de futbol. Rápidamente vuelvo a la realidad al contemplar que todos estan vestidos de domingo, los hombres de camisa y corbata y las mujeres llevan falda y me digo, nadie iría al estadio vestido así. Al preguntarles por la espera, responden que no importa, que vale la pena. La vestimenta, que mayormente es sencilla pero ordenada, responde a que sienten que de esa manera también demuestran su respeto a Dios.
 
Tanto fuera como dentro de este imponente edifcio, literalmente cientos de misioneros adultos, la mayoria jubilados, prestan servicio ayudando a dirigir a los asistentes hacia las entradas y finalmente  al asiento de cada persona. 
 
Ya camino a  mi ubicación, me maravilla ver personas de las más variadas nacionalidades y oir algunos idiomas que no alcanzo a reconocer. Al llegar a mi asiento, no con poco esfuerzo debido a la multitud presente, veo muchas familias. Mientras todos esperamos la hora de comienzo - todavìa faltan 30 minutos-  me deleito en la arquitectura del lugar, es moderna y el cielo raso se me antoja como de otro mundo. La parte posterior tiene una especie de balcón que va desde un lado al otro del edificio, sin ninguna columna o pilar que lo sostenga y ciertamente un arquitecto estaría maravillado. En este momento escucho que un asistente le dice a otro que el salón es tan grande que un avion Boeing 767 cabría dentro y disfruto de la cara de asombro del que lo escucha.
 
De pronto, silencio absoluto y todo el mundo se pone de pie, la razón, el presidente de la Iglesia y sus consejeros entran para tomar su lugar. Son hombres mayores, pero los miembros respetan y agradecen de manera profunda su liderazgo. Por unos minutos reflexiono sobre el hecho de que nunca he visto en otro lugar tal respeto a los mayores y su experiencia. Para los miembros, el presidente de la Iglesia es un profeta, alguien que tiene autoridad para dirigir la Iglesia de Jesucristo sobre la tierra y que además es el portavoz de Dios. Estos tres hombres se sientan al frente, junto a otros doce que son llamados Apóstoles y todos hablarán al menos una vez durante alguna de las sesiones mencionadas. El mayor de estos últimos, es avanzado en edad y se desplaza en silla de ruedas, no obstante, cuando ingresa el presidente, también se levanta, con mucho esfuerzo y ayuda, pero también reconoce a quien preside sobre él. Para todos los asistentes, estos líderes tienen la misma tarea que tuvieron los apóstoles que sirvieron su ministerio junto a Jesucristo. Al frente y a la misma altura, destaca un grupo de mujeres, su presencia da hermosura y equilibrio a la reunión. También son lideres y presiden unas sobre las mujeres adultas, otras sobre las mujeres jóvenes y otras sobre los niños en la Iglesia. Hablarán como los demás y darán palabras de guía y consuelo.
 
Al iniciar la conferencia, el coro de 380 personas se pone de pie y ejecuta un himno, por cierto de letra religiosa y que deja en el ambiente un dulce espíritu de quietud. Acto seguido, una oración ofrecida por una de las autoridades agradece a Dios por las benciones de cada día, por esta reunión y ruega bendiciones sobre todos los asistentes. Al concluir, el presidente de la Iglesia se levanta y se dirige a la congregación. Como todos, lleva traje y su nombre es distinto de aquellos profetas de la antigüedad que uno tiene en la memoria. Este hombre se llama Thomas Spencer Monson, es alegre y de espíritu afable, lleva casado 64 años y es padre de 3 hijos; graduado de administración de empresas y ejerció también como docente; recibió las más altas condecoraciones del escultismo y  es reconocido en la comunidad local por haber dedicado su vida a ayudar y socorrer a los pobres y necesitados. Con elocuencia y humor agradece a todos su asistencia y los invita a escuchar y aprender de los mensajes y a vivir buenas vidas, siguiendo el ejemplo de Jesucristo.
 
Uno tras otro los discursantes comparten un mensaje y hablan de variados tópicos, no obstante, cada uno de los discursos tiene como fundamento a Jesucristo y sus enseñanzas. Todos, sin excepcion, comparten sus sentimientos sobre lo que Él significa en sus vidas e invitan a seguirlo con fe. Los asistentes  escuchan con atención; muchos toman notas para no olvidar algo que aprendieron o sintieron. Al concluir, la perfecta combinación de mensajes, música inspiradora  y la oración final, deja en el alma un sentimiento de paz y renovación dificil de describir. Como muchos, salgo de esta sesión más que nada con la determinación de ser una mejor persona y de nuevo reflexiono, no hay muchos lugares donde uno aprenda esto, no obstante aquí está la cura a todos los males sociales. Me alegro al recordar que son millones a  lo largo del vasto mundo que están viendo y escuchando lo mismo. Sé, por ejemplo, que en la República Democrática del Congo están reunidos participando de la conferencia y también mis amigos en Arica, en Chiloé y también en Punta Arenas, gracias a la tecnología.
 
Sí, tuve que hacer fila para entrar a la Iglesia, pero no importa, lo haría de nuevo, ya que vale la pena cualquier esfuerzo.

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