La noche del 17 de junio de 2023, en el marco esplendoroso del icónico Auditorio Nacional de la Ciudad de México, el Coro y la Orquesta del Tabernáculo de la Manzana del Templo se presentó para ofrecer un Concierto que daba inicio a su gira mundial titulada “Esperanza”, un título que describe el sentimiento que este concierto generó en la mayoría de los asistentes, porque las interpretaciones musicales estuvieron cargadas de un dulce espíritu que engendró paz y solaz en los corazones.
El ambiente en el lugar era expectante. Para muchos era la primera vez que escucharían a este Coro y Orquesta en vivo. Para otros, aunque ya lo habían escuchado, esta vez era diferente, porque sería una oportunidad de ser anfitriones y la calidez que nos caracteriza como pueblo se percibía por todos lados, parecía que los miembros del Coro y la Orquesta llegaban a casa y todos estábamos felices de recibirlos, no sólo porque admiraríamos su extraordinario talento, sino por la oportunidad de expresarles nuestra gratitud y reconocimiento.
Apenas empezaron a aparecer en el escenario los primeros miembros del coro para tomar su lugar y los entusiastas aplausos del público no se hicieron esperar. Aunque seguramente no podían vernos, nuestros rostros reflejaban la emoción de verlos y la tierna sensación de “ya llegaron ¡bienvenidos!”.
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Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
Se anunció el inicio. Era evidente que muchos explicaban a sus acompañantes lo que estaba sucediendo, como queriendo ayudarles a percibir lo que ellos percibían, aquí estaba el Coro y la Orquesta de la Manzana del Templo, y quizás los invitados se preguntaban ¿cuál Templo? ¿cuál Manzana? Las explicaciones abundaban, cargadas de un convincente testimonio de que lo que íbamos a presenciar tenía un respaldo histórico de fe en Dios, conversión a Cristo, pero sobre todo de la esperanza que convirtió un árido desierto en un próspero y fructífero territorio, desde donde ha salido un mensaje de luz al mundo.
Entonces empezó la música, los acordes de los instrumentos comenzaron a inundar los corazones con serenidad, sin duda estábamos ante un grupo que no solo tiene el profesionalismo para ofrecernos este recital, sino la sensibilidad para acercarnos a quién ellos representan. Estábamos experimentando una parte de aquel día futuro en que “en el mundo habrá sólo gran felicidad y paz”, nos dimos cuenta de que alabar es un acto solemne y que mientras el Coro lo hacía cantando nosotros podíamos hacerlo escuchando porque a final de cuentas la alabanza llegaba al cielo no sólo por el talento de ellos, sino por el corazón reverente de todos.
Aprendimos que el Coro no sólo sabía cantar en varios idiomas sino que además, el idioma universal de la música era una de sus principales virtudes y la expresión máxima ocurrió cuando el organista tomo su lugar para interpretar un solo de un extracto de la “Tocata y Fuga en Re menor” de Johann Sebastian Bach, que delicia para los oídos, que balsámico para el corazón. Si no habíamos logrado enternecernos de pies a cabeza ahora no había remedio, todos los corazones latían a un solo ritmo, el ritmo de la esperanza.
De pronto nos dimos cuenta de que de la solemnidad podíamos saltar a la algarabía de la música rítmica, y entramos en una fiesta, que nos impulsó a seguir con las palmas a Adassa, quien se fusionó al Coro y a la Orquesta para hacernos saber que las sonrisas, el optimismo y el regocijo son frutos de la esperanza.
Entonces era el momento cumbre, Mariano Osorio con su peculiar estilo y su presencia inconfundible, nos contó una historia de vida, de su propia vida, todavía al recordarla me estremezco, nos llevó de caja en caja, recordándonos que la vida es más que lo que acontece, que la vida con todo y sus infortunios es una experiencia edificante, que nos hace pasar desafíos inesperados, pero que cuando dejamos que la ilumine “el color de la Esperanza”, la luz brilla e ilumina nuestros corazones con fe y con la convicción de que Dios está ahí en el detalle de nuestras vidas. Qué momento tan impactante, los ojos de muchos estaban llenos de lágrimas, lágrimas que, sí nos recordaban el dolor, pero que al mismo tiempo nos llenaban con la dulce paz que produce la esperanza, esa que el profeta del Libro de Mormón describió como “la esperanza de un mundo mejor” que, como dijo Mariano, “nos dice que todo va a estar bien”. Su arenga clásica “piensa positivo” con el marco de esa historia y de la canción finamente interpretada por Alex Melecio fue convincente y nos llenó de valor. Fue la primera vez que el público aplaudió de pie a tan generosa ofrenda.
Pero el Coro y la Orquesta del Tabernáculo de la Manzana del Templo nos tenía reservada una cumbre mayor, que vino cuando interpretaron dos joyas musicales “Trabajemos hoy en la Obra” y “El Espíritu de Dios”, parecía que todos nos llenamos de las “visiones y dones” que menciona el himno, porque verdaderamente vislumbramos “un hogar celestial” y nos llenamos del “valor de luchar por la verdad”. Y por si fuera poco, luego de una segunda larga ovación de pie, y fuera de programa, el Coro y la Orquesta interpretaron la marcha titulada “Himno de Batalla de la República”, el redoble de las percusiones, el compás de la melodía, como toda marcha, nos llenó de vigor.
Una nueva y prolongada ovación de pie fue ¡la respuesta apoteósica del público! Los aplausos eran acompañados de expresiones de entusiasmo desbordante, sabíamos que habíamos llegado al final de esta aventura musical, de este momento inspirador, de esta memorable ocasión. Pero el Coro y la Orquesta nos dieron un bono final, mostrando que su corazón se había fusionado con los nuestros, cantaron y cantamos juntos “Cielito Lindo”, y el Auditorio Nacional, ese recinto lleno de miles se convirtió en un coro monumental. No había manera de no cumplir con el estribillo de “canta y no llores” porque cantamos con toda al alma y lloramos de gozo convencidos todos de que el mensaje de esperanza que recibimos era profundamente cierto, convincentemente alentador y nos llenó de la resolución absoluta, inquebrantable e inspiradora de que luego de haber estado aquí no seremos los mismos, no nos quedaremos en el mismo lugar, cualquiera que esté sea, sino que seremos de ahora en adelante seres llenos de esperanza, y nos sumaremos al Coro y a la Orquesta del Templo y sus invitados, en la misión de propagar ese mensaje edificante de fe y Esperanza.