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25 de abril, Día Internacional de Lucha contra el Maltrato Infantil

“De cierto os digo que, si no os volvéis, y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos"

El 25 de abril es Día Internacional de la Lucha Contra el Maltrato Infantil, esta fecha se crea para fomentar los derechos de los niños a nivel mundial, así como para concienciar a la colectividad sobre las consecuencias del maltrato en infantes.

El maltrato infantil se define como los abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años, que causen o puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.

Algunas de las clases de maltrato son:

– Físico: cualquier acción intencional que provoque daños físicos en el niño, sean estos visibles o no, como, por ejemplo: quemaduras, golpes, pellizcos, fracturas, entre otras.

– Psicológico: es cualquier actitud que provoque en el niño o niña sentimientos de descalificación o humillación.

– Por negligencia: es la no protección del niño ante eventuales riesgos y la no atención de sus necesidades básicas cuando los padres o cuidadores están posibilitados para hacerlo.

– Abuso sexual: es el ejercicio abusivo de poder de un adulto hacia un niño que implica la satisfacción sexual de quien lo ejerce en detrimento y desconocimiento de la voluntad del niño.

– Otra forma de someter a los niños a situaciones de violencia es cuando estos son testigos de maltrato o abuso sexual hacia terceros. Se considera que las consecuencias son similares a las que experimentan los niños que viven la situación de violencia en forma directa.

Proteger a los niños, mensaje de líder de la Iglesia de Jesucristo Élder Dallin H. Oaks

Ninguno debería resistirse a la súplica de que nos unamos para aumentar nuestra preocupación por el bienestar y el futuro de nuestros hijos: la nueva generación.

Todos podemos recordar nuestros sentimientos cuando un niño nos ha pedido ayuda. Un amoroso Padre Celestial nos da esos sentimientos para impulsarnos a ayudar a Sus hijos. Les pido que recuerden esos sentimientos a medida que hablo acerca de nuestra responsabilidad de proteger y actuar a favor del bienestar de los niños.

Los niños son muy vulnerables. Tienen poco o ningún poder para protegerse o asegurar su sustento, y poca influencia en lo mucho que es vital para su bienestar. Los niños necesitan que otros hablen por ellos, y necesitan personas que tomen decisiones poniendo el bienestar de ellos por delante de los intereses egoístas de los adultos.

A nivel mundial, nos impactan los millones de niños que son víctimas de los delitos y el egoísmo de los adultos.

En algunos países devastados por la guerra, los niños son secuestrados para servir como soldados en los ejércitos.

Un informe de las Naciones Unidas estima que cada año, más de dos millones de niños son víctimas de la prostitución y la pornografía.

El élder Jeffrey R. Holland hace poco compartió la experiencia de un agente de policía miembro de nuestra Iglesia. En una investigación encontró a cinco niños pequeños acurrucados juntos tratando de dormir sin ropa de cama en el suelo sucio de una casa, donde su madre y otras personas estaban tomando alcohol y de fiesta. En el apartamento no había comida para aliviar su hambre. Después de poner a los niños en una cama improvisada, el agente se arrodilló y oró pidiendo protección para ellos. Mientras caminaba hacia la puerta, uno de ellos, de unos seis años, lo siguió, lo agarró de la mano, y le suplicó: “Por favor, adópteme”

Recordamos la enseñanza de nuestro Salvador cuando puso a un niño pequeño ante Sus seguidores y declaró:

“Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe.

“Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiese en lo profundo del mar” (Mateo 18:5–6).

Estamos hablando de los hijos de Dios y, con Su poderosa ayuda, podemos hacer más para ayudarlos. En esta súplica, me dirijo no sólo a los Santos de los Últimos Días, sino también a todas las personas de fe religiosa y a otros que tienen un sistema de valores que los lleva a subordinar sus propias necesidades a las de otros, en especial al bienestar de los niños.

Las personas religiosas también son conscientes de las enseñanzas del Salvador en el Nuevo Testamento, de que los niños pequeños y puros son nuestro modelo de humildad y docilidad:

“De cierto os digo que, si no os volvéis, y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

“Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:3–4).

En el Libro de Mormón leemos acerca del Señor resucitado enseñando a los nefitas que deben arrepentirse y ser bautizados y volverse “como un niño pequeñito”, o no podrán heredar el reino de Dios (3 Nefi 11:38; véase también Moroni 8:10).

Ruego que nos humillemos como niños pequeños y protejamos a nuestros niños, porque ellos son el futuro, para nosotros, para nuestra Iglesia y para nuestras naciones

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