Bien sabemos que nadie es perfecto; las evidencias de ello abundan a nuestro alrededor. No es difícil notar fallas en otras personas, pero a menudo nos cuesta admitir nuestros propios errores, por ser vergonzoso, incómodo y hasta riesgoso. ¿Qué se pensará de nosotros cuando confesamos estar equivocados?
Una vez un alumno fue a hablar con su maestra para cuestionar la calificación recibida en una composición que había hecho. En vez de desentenderse del asunto, la maestra volvió a leer el texto y vio que lo había subestimado, y que había cometido un error. Tras corregir la nota, no sólo se sintió bien consigo misma, sino que causó una buena impresión en el alumno. En vez del joven perder confianza en su maestra, cobró más respeto hacia esa persona que estuvo dispuesta a asumir responsabilidad por su error.
El admitir errores no degrada sino que indica que estamos aprendiendo a ser más sabios de lo que éramos antes. Todos cuantos han logrado algo encomiable —inventores, científicos, artistas, deportistas, hombres de negocios— sufrieron muchos fracasos antes de alcanzar el éxito, pero estos son provechosos sólo si estamos dispuestos a aceptarlos como tales.
- Cuando-estamos-equivocados-1.jpg
- Cuando-estamos-equivocados-2.jpg
- Cuando-estamos-equivocados-3.jpg
- Cuando-estamos-equivocados-4.jpg
Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
Quienes son demasiado orgullosos para reconocer sus imperfecciones se engañan únicamente a sí mismos. Se crean una imagen que no les permite ver lo que tienen por delante en su camino para ser mejores, y se privan de la paz que resulta de vivir honradamente, pese a su condición de ser imperfectos.
Cuando una persona admite un error, sentimos admiración hacia ella. Del mismo modo nos sentimos seguros al reconocer nuestras fallas y al saber que también nosotros podemos mejorar. Piense en el efecto que tiene en un hijo que nos ve admitir un error y esforzarnos por hacer las cosas mejor la próxima vez. Cuánto más vale eso que el tratar de hacerles creer que somos infalibles.
No es sino hasta que aceptamos que todos debemos mejorar que en realidad progresamos. Resulta hermosamente paradójico reconocer que no podemos avanzar hasta que admitimos que hemos estado retrocediendo. Aceptar nuestras debilidades es la mejor forma de demostrar fortaleza.
Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)