Cada día es un día especial

Se cuenta la historia de un hombre que estaba revisando las pertenencias de su esposa poco después de que ella falleciera. En su cómoda encontró una prenda muy bonita que ella había comprado en un viaje muchos años antes. Se dio cuenta de que ella nunca lo había usado; lo estaba guardando para una ocasión especial. Y ahora ya era demasiado tarde.

Posteriormente, el marido compartió esta experiencia con un amigo y añadió este consejo: “No guardes algo sólo para una ocasión especial. Cada día de tu vida es una ocasión especial”.

Esas palabras cambiaron la vida de su amigo. Ella dijo: “Ahora paso más tiempo con mi familia. Utilizo vasos de cristal todos los días. Me pondré ropa nueva para ir al supermercado si me apetece. Las palabras "algún día" y "un día" se están desvaneciendo de mi vocabulario. Ahora me tomo el tiempo para llamar a mis familiares y amigos más cercanos. Llamé a viejos amigos para hacer las paces sobre disputas pasadas. Les digo a mis familiares cuánto los amo. Intento no retrasar ni posponer nada que pueda traer risas y alegría a nuestras vidas. Y cada mañana me digo a mí mismo que este podría ser un día especial. Cada día, cada hora, cada minuto es especial” (véase “En busca del tesoro”, del presidente Thomas S. Monson, Ensign o Liahona, mayo de 2003).

Muchos de nuestros días, con su monotonía, sus presiones y sus demandas, no parecen particularmente especiales. Pero el hecho es que la vida misma es milagrosa y maravillosa; es, en una palabra, especial. Eso no significa que todos los días sean siempre soleados y brillantes. Todos tenemos días difíciles y desafíos, algunos de ellos continuos. Pero también es cierto que cada día tiene algo, una pequeña cosa, que lo hace especial: un poco de música hermosa, el sonido de un pájaro, una brisa fresca en un día caluroso, la consideración de un amigo. Generalmente las pequeñas cosas son las grandes.