Comentario

¿Cómo conmemoran los mormones la semana santa?

Entrevista con Yan Carlos Vega, presidente de estaca Bogotá, Colombia

¿Cómo conmemoran los mormones la Semana Santa?

Durante la Semana Santa, los miembos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días  celebran y conmemoran la pascua, recordando especialmente al Salvador Jesucristo como un ser resucitado.

La Pascua era la festividad que celebraban los israelitas para recordar la manera en que el Señor salvó al pueblo de la esclavitud en Egipto  por medio de aquella décima y última plaga. Esta trajo la  muerte de los hijos  primogénitos de toda familia en  cuya casa no estuviera  la marca con la sangre del cordero que debía ser sacrificado en esa misma noche en que el ángel destructor pasaría. Al ver el Faraón que efectivamente se cumplió la señal de la muerte de los primogénitos, y que los hijos de Israel habían sido preservados, liberó al pueblo de su  esclavitud, dejándolos salir con Moisés su profeta y director. El cordero pascual que sacrificó cada familia se convirtió en el símbolo de su liberación. Este cordero representaba realmente al Cordero de Dios, Jesucristo, ya que Él fue quien dio vida a los israelitas y los libró de la cautividad en la que se encontraban.

De la misma forma en los días previos a la crucifixión  de Jesucristo, cuando el Cordero de Dios  dio su vida en sacrificio por el pecado de todo el  género humano, el Salvador Jesucristo instituyó junto a sus apóstoles la Santa Cena como recordatorio de que Él mismo ofreció su cuerpo y derramó su sangre por todos. Fue precisamente durante la celebración de la pascua que Jesucristo sufrió y pagó el precio de nuestros pecados, murió y resucitó al tercer día abriendo las puertas para la redención y salvación de todos los hijos de Dios que en Él creen.  Eso es precisamente lo que recordamos y conmemoramos en semana santa, que el Sepulcro está vacío y que Jesucristo nuestro Salvador ¡Vive!, porque resucitó de entre los muertos, llevando a todos la esperanza de vida eterna.

 Durante esta semana celebramos y recordamos el sacrificio, crucifixión y resurrección de Cristo, o en otras palabras su expiación, tanto en familia como a nivel de las reuniones de la  Iglesia; enseñando mensajes acerca de estos acontecimientos, dando nuestros testimonios de Jesucristo, leyendo pasajes de las  escrituras relacionados con la expiación y compartiendo personalmente y a través de  las redes sociales nuestro amor y conocimiento de Cristo con nuestros amigos y familiares.

 

¿Qué diferencia las costumbres de los mormones del resto de las personas durante estas festividades?

Más que diferencias tenemos en común  el conocimiento de que Jesucristo es el Salvador, el testimonio de todo fiel cristiano de nuestra Iglesia y de los fieles en  todas las demás Iglesias,  acerca de la realidad viviente del Hijo de Dios es en sí un poder unificador. Hay aspectos en los que distamos, como por ejemplo en que no adoramos imágenes como parte de esta festividad.

 

¿En qué consistió el sacrificio de Jesucristo y qué consecuencias trajo para el mundo?

Creemos como consecuencia de la  Caída o trasgresión de Adán y Eva y de nuestros propios pecados, el  género humano vive la muerte física, el dolor, el  sufrimiento, enfermedades y otras  aflicciones propias de la vida terrenal.  Como parte del Plan del Padre Celestial para sus hijos Jesucristo vendría en el tiempo oportuno para librar a la humanidad de estas consecuencias al entregar su propia vida. Este sacrificio de Cristo  tuvo varias etapas durante su vida,  especialmente en la última semana de su ministerio.

Primero con su sufrimiento en el Jardín de  Getsemaní derramó su sangre en expiación y sufrió dolores intensos por nuestros pecados. Después recorrió un agobiante camino hacia Gólgota, donde fue crucificado y entregó su vida para la salvación del género humano. Culminó con su resurrección del sepulcro al tercer día, de modo que triunfó sobre la muerte, dando a todos la oportunidad de resucitar -gracias a Él todos resucitaremos  un día-, al mismo tiempo que ofreció  la  esperanza de vida eterna, como Él mismo lo expresó diciendo: “porque de tal manera amó Dios al Mundo que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:5).

Adicionalmente gracias a su sacrificio podemos ser aliviados de las cargas, aflicciones, tentaciones y  enfermedades que tenemos comúnmente en la tierra, por ejemplo Él nos invita diciendo: “Venid  a mí todos los que estáis trabajados y cargados  yo os haré descansar” (Mateo 11:28) ó “…en el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo” (Juan 16:33); dándonos  a entender que por medio de su sacrificio somos librados de las consecuencias del pecado y las aflicciones en esta vida, al mismo tiempo que tenemos la esperanza de un mundo mejor en la vida venidera.

 

 ¿Qué significado tiene para los miembros de la Iglesia el sacrificio de Jesucristo en su vida?

Para los Santos de los Últimos Días, Jesucristo y su sacrificio expiatorio es el centro de nuestras vidas y la de nuestras familias;  enseñamos a nuestros hijos y al mundo que el entendimiento y la confianza que depositemos en Cristo y su obra de redención nos dará la verdadera paz y felicidad en esta vida y nos ayudará a asegurar una plenitud de gozo, como familias, en la vida venidera. Él hace posible que todos podamos volver a vivir con Nuestro Padre Celestial nuevamente.

 Cuando hallamos el significado a la  Expiación de Cristo en nuestras vidas, entendemos que podemos ser perdonados y al mismo tiempo adquirimos el don de  perdonar las ofensas de nuestros hermanos, nuestro corazón se enternece y Él  nos ayuda a brindar más amor y a ser tolerantes con nuestras familias y con las demás personas, pues  si Él nos entiende, nos perdona, no alivia y nos comprende, entonces tenemos la obligación de hacerlo con quienes nos rodean. Esto nos permite vivir en paz y armonía en este mundo. Si verdaderamente comprendiéramos y aplicáramos el sacrificio de Cristo en nuestras vidas el mundo sería mejor, mucho mejor.
 

¿Cómo recuerdan durante todo el año el sacrificio de Jesucristo?

Para los Santos de los Últimos Días, recordar al Salvador en todo tiempo, en todo lugar y en todas las cosas hace parte de su vida cotidiana y de la  renovación de los convenios que han hecho con El Padre Celestial. Semanalmente, por medio de la asistencia a las reuniones dominicales y de la participación de La Santa Cena instituida por Jesucristo mismo antes de su sacrificio, participamos del pan y del agua en memoria de Su cuerpo y Su sangre, que fueron dados como sacrificio por el pecado. En estos sacramentos de la Santa Cena demostramos nuestra disposición de recordar siempre al Señor, de tomar sobre nosotros Su nombre y de guardar Sus mandamientos. Este es uno de los momentos en que la mente y el corazón de los miembros de la Iglesia se tornan más hacia el Salvador y a Su sacrifico.

Por medio de la Noche de Hogar familiar, que hacemos, generalmente, en la noche del lunes, también recordamos  a Cristo, ya que esta reunión familiar está centrada en Él. Tal vez los mejores mementos de cada día en que recordemos a Jesucristo son cuando cada miembro ora al Padre en el nombre de Cristo y cuando lee las sagradas escrituras, individualmente y como familias para aprender de las enseñanzas del Santo Mesías. Estos son recordatorios diarios para que en nuestro corazón se fortalezca la  Fe en Jesucristo y Su expiación.

 

¿Por qué fue Jesucristo el que llevó a cabo este sacrificio?

Nosotros creemos que antes de venir a la tierra vivíamos con Nuestro Padre Celestial como sus hijos espirituales,  y se nos presentó un plan por medio del cual vendríamos a la Tierra a progresar y a ejercitar nuestra fe en Dios. En esa etapa de nuestra vida algunos recibieron asignaciones importantes para realizar aquí en la tierra, y la más importante de todas estas misiones fue la que recibió el Señor Jesucristo de servir como Nuestro Salvador y Redentor, ya que el plan que se nos presentó requería de dicho Mediador. Entonces fue como Él, Jesucristo, el primogénito del Padre,  el que siempre estuvo dispuesto a hacer y a someterse a la voluntad de Dios, el que tanto nos amó aún desde el principio,  fue escogido y ganó ese privilegio, aún antes de nacer, de ser el Gran Mediador y el Salvador de los hijos de Dios que ejercen su fe en Él. Se ofreció a sí mismo para esta misión y como Pablo lo indica, dijo al Padre: “...Heme aquí. Para hacer, oh Dios, tu voluntad…en esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre” (Hebreos 10:9-10). Esa Fue su misión redentora, en eso consistió su sacrificio infinito y eterno que  cumplió cabalmente en Getsemaní, en la cruz y en el sepulcro. Nuestra misión es seguirle, aceptar su sacrifico,  y hacer su voluntad al guardar sus mandamientos.

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