Hace miles de años, el salmista escribió estas palabras consoladoras: "El llanto durará toda la noche, pero el gozo viene por la mañana" (Salmo 30:5). Ese mensaje de fe y esperanza es igual de necesario hoy, porque las noches de llanto no se han ido. A menudo, cuando la oscuridad desciende en nuestras vidas, no podemos evitar preguntarnos si la luz volverá alguna vez. Pero siempre llega, y con él la oportunidad de mejora y renovación.
No tenemos que ver la luz para creer que está ahí. Eso es la fe: esperar cosas que no se ven, pero que son verdaderas (véanse Hebreos 11:1; Alma 32:21). Nuestra esperanza y fe, si han de tener alguna profundidad o significado, deben descansar en algo más grande que nosotros mismos. Para producir renovación y rescate de las angustias de la vida, la fe y la esperanza deben estar centradas en Jesucristo.
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Una noche, una joven madre estaba despierta hasta tarde, preocupada por una situación que involucraba a uno de sus hijos. Necesitaba tomar una decisión y no estaba segura de qué hacer. Así que llamó a su amiga mayor y más sabia para pedirle consejo. La amiga la escuchó y le dijo: "Asegúrate de rezar antes de irte a la cama. Espera hasta la mañana para tomar tu decisión. Todo parece mejor por la mañana". Y así fue. A la mañana siguiente, la joven madre pudo pensar con más claridad y sentir más paz sobre qué hacer. Su fe y esperanza en el Señor le dieron la paz que necesitaba y luego el valor para actuar.
La fe y la esperanza son, después de todo, principios de acción y poder. La fe no significa solo pensar en cuánto crees en Dios. Y la esperanza no significa solo desear que Él intervenga. A veces, la fe y la esperanza exigen esperar pacientemente en el Señor, pero más a menudo exigen seguirlo con valentía.
La fe es lo que nos da poder para andar en los caminos del Señor con la confianza de que Él nos guiará. Y la esperanza es lo que nos inspira a seguir adelante, incluso cuando el camino es oscuro, con una confianza inquebrantable en que la luz llegará. A lo largo del camino, descubrimos que la fe y la esperanza que nos iniciaron en nuestro viaje crecen a medida que continuamos avanzando. Tal vez por eso llamamos a Jesucristo tanto el Autor como el Consumador de nuestra fe y esperanza (véase Hebreos 12:2).
Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)