A lo largo de casi toda la historia, Música y Palabras de Inspiración ha concluido con una interpretación al órgano escrita por Joseph Daynes, quien comenzó a acompañar al Coro del Tabernáculo cuando era un joven de 16 años, y siguió haciéndolo por 33 años más, hacia fines del siglo diecinueve.
Si ha escuchado este programa antes, seguramente reconocerá esa reverente e inspiradora melodía, titulada “Cual rocío, que destila”. Sin embargo, la letra de ese tema, no resulta tan conocida como la composición musical en sí.
Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
Esas estrofas fueron escritas por Thomas Kelly, un predicador irlandés del siglo 19, aunque el texto del himno data del “cántico de Moisés”, hallado en el Antiguo Testamento:
“Escuchad, cielo, y hablaré; y oiga la tierra las palabras de mi boca. Goteará como la lluvia mi doctrina; destilará como el rocío mi palabra” (Deuteronomio 32:1-2).
Los anales históricos no aclaran la razón por la que se escogió “Cual rocío, que destila” como el tema que pone fin a estas transmisiones de Música y Palabras de Inspiración, pero el simbolismo sí resulta apropiado. El rocío del cielo puede revivir, nutrir, y elevar, pero, a diferencia de los aguaceros, destila suave, apacible, y consistentemente —mañana tras mañana, y año tras año. Tal es nuestra intención: compartir con todo el mundo el amor de Dios, Su esperanza, y Su revitalizadora verdad, cual rocío, que destila del cielo.
Así que hoy, cuando el organista interprete el tema de despedida, además de disfrutar de la hermosa música, quizá quiera también pensar en el rocío del cielo, en su apacible efecto en el alma, y en estas palabras escritas hace tanto tiempo:
Cual rocío que destila
en la yerba del vergel,
tu palabra salvadora
llega a tu pueblo fiel.
Deja, Padre bondadoso,
tu doctrina destilar,
bendecida para darnos
el eterno bienestar.