El 24 de enero se celebra el Día Internacional de la Educación en tiempos de una pandemia que ha causado la interrupción de la labor de los centros educativos a una escala y con una gravedad sin precedentes.
El cierre de escuelas, universidades y otros centros de enseñanza ha afectado a unos 1,600 millones de estudiantes en más de 190 países. En el año nuevo que acaba de comenzar, colaboremos para colocar la educación y la formación continua en el centro de la recuperación y de la transformación hacia sociedades más inclusivas, seguras y sostenibles.
El derecho a la educación está consagrado en el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La declaración exige la educación primaria gratuita y obligatoria.
La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada en 1989, va más allá al estipular que los países deberán hacer que la educación superior sea accesible para todos.
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La educación ofrece a los una oportunidad de salir de la pobreza y un camino para alcanzar un futuro prometedor. Sin embargo, 258 millones de niños y jóvenes siguen sin estar escolarizados, 617 millones de niños y adolescentes no pueden leer ni tienen los conocimientos básicos de matemáticas.
Sin una educación de calidad, inclusiva y equitativa para todos y de oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida, los países no lograrán alcanzar la igualdad de oportunidades ni romper el ciclo de pobreza que deja rezagados a millones de niños, jóvenes y adultos.
Dentro de los valores que se promueven dentro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se encuentra la educación.
El compromiso con la educación, tanto espiritual como secular, se fomenta como principio y como práctica. Es evidente que las creencias, enseñanzas y actividades cotidianas de los miembros de la Iglesia de Jesucristo afirman que la educación es una actividad continua y con una variedad de propósitos vitales.
Además de poner énfasis en el aprendizaje del culto dominical y el culto del templo, la Iglesia tiene una serie de iniciativas oficiales para ayudar a los miembros en búsqueda de educación.
Seminarios e institutos de la iglesia conforman el Sistema Educativo de la Iglesia. Estas instituciones destacan la importancia de desarrollar una educación integral que incorpore el conocimiento religioso y la fe.
El Fondo Perpetuo para la Educación, establecido por la Iglesia en 2001, ofrece a los jóvenes adultos de la Iglesia en todo el mundo, la oportunidad de obtener la educación necesaria para mejorar sus oportunidades económicas. Los receptores de estos fondos pagan el préstamo con una tasa baja de interés. Desde su creación, el FPE se ha convertido en un gran esfuerzo que ha ayudado a decenas de miles de personas.