Nota de prensa

Decidamos no sentirnos ofendidos

Es normal sentir enojo o frustración hacia otra persona, pero conservar esos sentimientos y dejarlos crecer y fermentar es innecesario

Gran parte de la dicha que sentimos en la vida nace de la relación con otras personas. Generalmente, nuestras interacciones son agradables y no producen mayor estrés, pero de vez en cuando, la actitud de los demás puede llegar a ofendernos o mortificarnos.

Parece ser un componente natural de la experiencia humana el que a veces alguien nos ofenda. La crítica de un familiar, un malentendido en el trabajo o la actitud antipática de un vecino, son todas cosas que pueden ofendernos. Resulta casi inevitable que en algún momento, la conducta de otra persona se contraponga a lo que uno hubiera preferido y nos sintamos heridos. Cuando esas cosas ocurren, tenemos dos opciones: podemos anidar sentimientos de resentimiento, o encarar la ofensa de un modo constructivo y hacer a un lado los sentimientos negativos.

Es normal sentir enojo o frustración hacia otra persona, pero conservar esos sentimientos y dejarlos crecer y fermentar es innecesario. Aunque seamos víctimas de un acto desconsiderado, podemos llegar a perjudicarnos aún más si decidimos retener el rencor. Aunque no podamos escapar a la ofensa, bien podemos evitar los resultados destructivos.

Es mucho mejor reconocer el sufrimiento causado por malos sentimientos y poner fin a ellos; Hallar un modo de resolver el asunto de una manera positiva, con bondad y compasión hacia uno mismo y para con el agresor. Al aplicar la verdad que hallamos en el proverbio que dice: "La blanda respuesta quita la ira", podremos lograr la promesa del salmista: "Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo", o sea, que nada los ofenderá. El dolor inicial de la ofensa tal vez sea inevitable, pero sí podemos evitar el sufrimiento prolongado si decidimos no sentirnos ofendidos.

Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)

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