Deje que el fuego le entibie

Cuando estaba cerca de los 80 años de edad, al difunto arzobispo Desmond Tutu de Sudáfrica se le preguntó en una entrevista si sentía que su relación con Dios había cambiado al ir envejeciendo. Ese hombre profundamente espiritual pensó por un momento y respondió, “Sí, estoy aprendiendo a cerrar más la boca en la presencia de Dios”.

Explicó que antes en su vida había tratado la oración como una lista de pedido presentada a Dios, pero ahora la veía de un modo diferente. “Es como cuando uno se sienta frente al fuego en el invierno”, dijo, “usted solo está allí, mirando las llamas, sin necesidad de ser alguien especial, dejando que el fuego lo entibie”.

A lo largo de los siglos, muchos de los hombres más célebres descubrieron el valor de pasar tiempo con Dios y sentir la tibieza de Su presencia. Moisés habló a solas con Jehová en la zarza ardiente y en el Monte Sinaí, y esos lugares llegaron a ser sitios santos. El profeta Elías halló a Dios —no en un terremoto ni en un fuerte viento, sino en una voz apacible y delicada. David, el salmista, habló con Dios y escribió que “en [Su] presencia hay plenitud de gozo”, y también sabemos que Jesús a menudo se retiró a orar a solas.

Sin embargo, estas experiencias sagradas no están reservadas para profetas y arzobispos. Jesús nos dijo, “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público”. Como todos sabemos, la vida a veces parece ser tan fría como el invierno. En días difíciles, necesitamos la tibieza y la seguridad que Dios ofrece a Sus hijos.

Él nos conoce perfectamente, nos ama con pureza, y anhela que seamos felices y sintamos gozo en todo momento. Él está siempre dispuesto a escuchar nuestras súplicas. Es posible que a veces nos acerquemos a Él para pedirle algo específico, pero no es un requisito.

Aunque Dios recibe de buena manera nuestros pedidos, sencillamente quiere acompañarnos. Así que, no se preocupe si siente que no es elocuente o no sabe qué decir; acérquese a Él, y deje que el fuego le entibie.