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De acuerdo a información de la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud (Minsa), un total de 313 455 casos de personas con casos de depresión fueron atendidos en todo el Perú durante el 2021 a través de los diversos servicios de salud mental, cifra que refleja el incremento en 12% de casos a comparación de la etapa previa a la pandemia por la COVID-19.
Para La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es importante destacar la importancia de comprender en qué consiste y cómo afrontar este problema de salud mental, considerada como la principal causa de discapacidad en el mundo.
La depresión puede manifestarse con síntomas como sentimientos de profunda tristeza, ganas de llorar, pérdida de energía y atención, alteraciones del sueño y del apetito, descuido de la higiene y el cuidado personal. También con pérdida de interés por las cosas que antes se disfrutaba, desesperanza y pensamientos de automutilación o suicidio.
Sin embargo, a pesar de que el evangelio restaurado de Jesucristo, el apoyo de la familia, líderes y otras personas puedan ayudarnos a encontrar consuelo, gozo y paz, los líderes de la Iglesia reconocen que la depresión severa o trastorno depresivo mayor (MDD, por sus siglas en inglés) es una condición mucho más seria que puede interferir con la habilidad de la persona de funcionar plenamente.
El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, sugirió en un discurso de la Conferencia General de octubre del 2014, varias cosas para hacer si están enfrentando una depresión extrema:
- No pierdan la fe en el Padre Celestial y en Jesucristo.
- Hagan las cosas que invitan al Espíritu en su vida (orar, estudiar las escrituras, etc.).
- Pidan consejo de sus padres y líderes del sacerdocio.
- Obtengan bendiciones del sacerdocio.
- Participen de la Santa Cena cada semana y aférrense a las promesas de la expiación de Jesucristo.
- Estén pendientes de los indicadores de estrés, tales como la fatiga, y luego hagan los ajustes necesarios.
- Si las cosas continúan debilitándolos, busquen el consejo de personas certificadas y con buena reputación, aptitud profesional y buenos valores. Sean sinceros con ellos acerca de su historial y sus dificultades. Consideren con espíritu de oración y de manera responsable el consejo que les brinden y las soluciones que les prescriban.
”Si tuvieran apendicitis, Dios esperaría que pidieran una bendición del sacerdocio y que obtuvieran la mejor atención médica disponible; lo mismo se aplica a los trastornos emocionales. Nuestro Padre en los Cielos espera que usemos todos los maravillosos dones que Él nos ha proporcionado en esta gloriosa dispensación”.
“Mis hermanos y hermanas, sea cual fuere su lucha —mental, emocional, física o de otro tipo—, ¡no nieguen el preciado valor de la vida acabando con ella! Confíen en Dios. Aférrense a Su amor. Sepan que un día el alba brillará intensamente y todas las sombras de la mortalidad huirán. Aunque sintamos que somos ‘como una vasija quebrada’, como dijo el salmista, debemos recordar que esa vasija está en las manos del Alfarero Divino” (véase “Como una vasija quebrada”, Liahona, noviembre de 2013, pág. 42).
En el folleto Para la fortaleza de la juventud, en la sección dedicada a la salud física y emocional, uno de los párrafos indica: "Tu salud emocional es también importante y puede afectar tu bienestar espiritual y físico. La decepción y la tristeza ocasionales son parte de esta vida mortal. Sin embargo, si tienes sentimientos de tristeza, desesperación, ansiedad o depresión prolongados, habla con tus padres y con tu obispo, y busca ayuda".
En el manual Adaptación a la vida misional, se destina una sección donde se detallan recursos para lidiar con las exigencias emocionales, así como principios generales para lidiar con el estrés.