Nota de prensa

Día del Arqueólogo Peruano: labor que valora y protege nuestro legado histórico

La Iglesia de Jesucristo se une a la celebración del Día del Arqueólogo Peruano, reconociendo la invaluable labor de estos profesionales en la preservación de nuestra historia y cultura.

Cada 11 de abril, el Perú conmemora el nacimiento de Julio C. Tello, conocido como el Padre de la Arqueología Peruana. En esta fecha tan significativa, se rinde homenaje a todos los arqueólogos del país, cuya labor incansable contribuye al estudio y preservación de nuestro legado cultural.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se une a esta celebración para expresar su reconocimiento y gratitud hacia los arqueólogos peruanos. Su trabajo dedicado y minucioso nos permite conocer más sobre nuestras raíces, descubriendo las obras y legados dejados por las antiguas civilizaciones que habitaron nuestro territorio.

La arqueología no solo nos ayuda a comprender mejor nuestro pasado, sino que también nos brinda una perspectiva más amplia sobre nuestra identidad y herencia cultural. A través de las investigaciones arqueológicas, podemos reconstruir la historia de nuestras antepasados y valorar la riqueza de su legado.

En este día especial, la Iglesia de Jesucristo saluda y felicita a todos los arqueólogos peruanos, quienes con su arduo trabajo y dedicación, contribuyen al enriquecimiento de nuestro patrimonio cultural. Su labor es fundamental para preservar y difundir la historia y la identidad de nuestro país, inspirando a las futuras generaciones a valorar y proteger nuestro legado histórico.

En conclusión, en el Día del Arqueólogo Peruano, reconocemos la importancia del trabajo de estos profesionales y renovamos nuestro compromiso de apoyar y valorar su labor en la preservación de nuestra historia y cultura. ¡Feliz día a todos los arqueólogos peruanos!

Sobre Julio C. Tello, el padre de la arqueología peruana

Julio César Tello Rojas nació en 1880 en Huarochirí, en los Andes centrales. Su padre, agricultor, tomó la decisión de enviar a Julio a Lima a seguir estudiando después de realizar los estudios primarios en su ciudad natal. En 1900, a los 20 años de edad, ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, específicamente a la Facultad de Medicina, donde trabó amistad con uno de los hijos de Ricardo Palma y, eventualmente, con el propio escritor que lo apoyaría para laborar en la Biblioteca Nacional y el Museo Raimondi. Ahí se iría encendiendo su interés por la investigación histórica y arqueológica, que se plasmaría en su tesis de medicina sobre enfermedades de transmisión sexual en el antiguo Perú.

El gobierno de Leguía concedió una beca para que Julio continuara sus estudios en la universidad de Harvard, en Estados Unidos, donde fue discípulo de importantes arqueólogos de la época. Continuó después estudios de antropología en Alemania y volvió al Perú en 1913 para desarrollarse como lo describe Raúl Porras Barrenechea: “En Tello, que es el primer arqueólogo científico peruano, nutrido de técnica y de ciencia europea, se funden todas las calidades de sus antecesores en la faena arqueológica”.

Sus sistemáticas exploraciones siguiendo métodos de punta en la investigación arqueológica de la época aportaron descubrimientos decisivos para la reconstrucción del pasado prehispánico peruano y sudamericano, hasta entonces territorio desconocido y sujeto a interpretaciones más cercanas a los mitos y leyendas que a la realidad histórica. En su invaluable legado ensayístico está el registro de sus descubrimientos: Trepanación en los Yauyos del Perú (1912), Arawak, fragmento lingüístico sudamericano (1913), Los antiguos cementerios del valle de Nazca (1917), Introducción a la historia antigua del Perú (1921), Antiguo Perú (1929), Origen y desarrollo de las civilizaciones prehistóricas andinas (1942), Sobre el descubrimiento de la cultura Chavín en el Perú (1940), Vira Hocha (1949), Paracas (1959), entre muchos textos más.

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