Nota de prensa

Día del campesino: sembrando con fe al futuro

En el Perú, cada 24 de junio se rinde homenaje al campesino

Cada 24 de junio se celebra, a nivel nacional, el Día del Campesino,  En este día se reconoce a todos los trabajadores y trabajadoras del campo que, con su ardua labor y plena constancia, permiten contribuir con el desarrollo económico, social y alimentario del país.

El campesino, agricultor o ganadero, hace producir con su trabajo y esfuerzo la tierra y los animales, recursos que nos fueron brindados y que son mundialmente conocidos, porque representan una mayor fuente de riqueza.

Se reconoce la labor del campesino como impulsor y generador de la riqueza agrícola en el país y sus esfuerzos por mantener alimentada a su población.

Esta celebración data de la época de los Incas, cuando se consagró el 24 de junio como un día especial para rendir homenaje y agradecer a las creaciones de la naturaleza por los frutos que brinda al hombre.

La Ley Nº 17716 ''Ley de la Reforma Agraria'', promulgada en el gobierno de Juan Velasco Alvarado, le dio al agro la importancia que merecía y el Día del Indio fue cambiado por el Día del Campesino.

El Perú es un país que cada 24 de junio rinde homenaje al campesino, quien es el que siembra las semillas, abona la tierra y cosecha sus frutos.

La parábola de la semilla que crecía en secreto

El élder Wilfredo R. López, Setenta Autoridad de Área, recuerda que su abuelo era agricultor y relató lo siguiente en el año 2003: cuando yo era pequeño, solía ayudarle en la época de la siembra. Me gustaba verle preparar los animales, ponerles el yugo y amarrarles la rastra y el arado. “¿Dónde vamos a sembrar hoy?”, le preguntaba. “Allá abajo”, solía responder. Él sabía muy bien dónde se encontraba la tierra más fructífera.

Me gustaba el húmedo y rico aroma que salía de la tierra cuando la punta del arado la abría. Mientras mi abuelo preparaba los surcos, yo enterraba la semilla. “Esta tierra es fructífera ”, solía decir. Tiempo después regresábamos al campo para ver surgir los primeros brotes verdes. Éstos se convertían en tallos y luego aparecía el grano; las plantas seguían creciendo hasta que estaban maduras.

Durante la cosecha, los jornaleros cortaban las gavillas y las llevaban al lugar de la trilla, que consistía en unos postes unidos por medio de alambres que formaban un gran círculo. Las gavillas se ponían en el suelo, por el exterior de ese círculo, y luego venían los caballos y corrían por el círculo, pisoteando las gavillas, de las que caía el grano con la cáscara ya quebrada.

A continuación, los jornaleros iban con sus aperos para aventar la paja y terminar de separarla del grano. Una vez realizado el trabajo, los jornaleros cantaban, bailaban y disfrutaban de una comida típica de cordero asado. Se trataba de una hermosa celebración rústica. El grano se almacenaba en sacos y luego era procesado en una variedad de productos útiles.

Aún así, a pesar de todo lo que hacíamos para sembrar y cosechar, el éxito de todo el proceso consistía principalmente en la riqueza del terreno, el tiempo y otras condiciones que escapaban a nuestro control. Sin esas condiciones, las semillas no habrían germinado y no habría habido cosecha.

La parábola del Salvador

Durante el ministerio de Jesús en Galilea, una gran multitud se congregó a la orilla del mar para oírle enseñar. Él les habló de un sembrador que plantó semillas en diferentes tipos de tierra (en un pedregal, entre espinos y en tierra fértil) y recibió cantidades diferentes de productos.

Luego enseñó otra parábola, registrada sólo en el testimonio de Marcos, que se centra en lo que hace que crezca una planta. Él dijo:

“Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.

Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado” (Marcos 4:26–29).

En esta parábola, el sembrador planta con fe y cosecha con gozo. Una vez terminada la siembra, simplemente se despierta un día para descubrir que las semillas ya se han desarrollado por completo y que bajo la influencia de la riqueza del suelo, el sol, la lluvia, el viento, el rocío, así como de otros factores que no puede manipular, las hojas brotan y se forma la espiga.

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