El amor de nuestro Padre Celestial por Sus hijos es el mensaje central del plan de felicidad, el cual cobra vida mediante la expiación de Jesucristo, la expresión de amor más grandiosa que el mundo jamás haya conocido.
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Con cuánta claridad habló el Salvador cuando dijo que todos los demás mandamientos se basan en el principio del amor. Si no desatendemos las grandes leyes —si realmente aprendemos a amar a nuestro Padre Celestial y a nuestro prójimo con todo el corazón, el alma y la mente todo lo demás saldrá bien.
El amor divino de Dios convierte hechos ordinarios en servicio extraordinario. El amor divino es la fuerza que transforma las palabras sencillas en escritura sagrada. El amor divino es el factor que transforma el cumplimiento renuente de los mandamientos de Dios en una bendita dedicación y consagración.
El amor es la luz guiadora que ilumina el sendero del discípulo y llena nuestro diario caminar de vida, significado y maravilla.
El amor es la medida de nuestra fe, la inspiración de nuestra obediencia y la verdadera altura de nuestro discipulado.
El amor es la forma de vida del discípulo.
Él Señor nos conoce y nos ama; Él está pendiente de nosotros; escucha nuestras oraciones y conoce los deseos de nuestro corazón. Él está lleno de infinito amor por nosotros.
Seamos conocidos como un pueblo que ama a Dios con todo el corazón, alma y mente, y que ama a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Cuando entendamos y practiquemos esos dos grandes mandamientos en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestras naciones y en nuestras vidas personales, comenzaremos a comprender lo que significa ser un verdadero discípulo de Jesucristo.
Estracto del discurso El amor de Dios Elder Dieter F. Uchtdorf del Cuórum de los Doce Apóstoles