En 1936, la Primera Presidencia, el cuerpo principal del gobierno de la Iglesia, anunció la formación del Plan de Seguridad de la Iglesia, un programa de bienestar dirigido por un cuerpo central que consolidaba los almacenes del obispo y otros esfuerzos de bienestar de la Iglesia.
Una de las respuestas a este anuncio, fue la construcción de la Manzana de Bienestar, un complejo de edificios dedicado al procesamiento, el empaquetado, el almacenamiento y la distribución de bienes para los pobres y los necesitados.
- Silo de granos en la manzana de bienestar en Salt Lake City.
- Voluntarios empacan alimentos para ser donados.
- Hermanas voluntarias en el almacén del obispo
Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
El primer edificio en construirse fue una bodega lo suficientemente grande para guardar el cargamento de papas y otros bienes de 50 vagones de ferrocarril. Los líderes de la Iglesia añadieron otros edificios: una envasadora, una planta procesadora de leche y un almacén del obispo para la distribución de bienes.
En 1940, se erigió el elevador de grano y pronto se convirtió en el centro visual de la Manzana de Bienestar. Hoy en día, las modernas instalaciones de la Manzana de Bienestar, ahora parte de los Servicios de Bienestar de la Iglesia, cubren más de cinco hectáreas. Aún dedicadas a los principios sobre los que se fundó esa Manzana. Uno de esos principios es el trabajo.
Ese principio se les aclaró a los miembros de la Iglesia en 1936, en una declaración hecha por la Primera Presidencia:
"Nuestro propósito principal era establecer, hasta donde fuese posible, un sistema mediante el cual se acabara con la maldición de la ociosidad, se abolieran los daños de la limosna y se establecieran una vez más entre nuestra gente la independencia, la industria, la frugalidad y el auto respeto. El designio de la Iglesia es ayudar a la gente a ayudarse a sí misma. El trabajo ha de ocupar nuevamente su lugar como principio gobernante en la vida de los miembros de la iglesia."
Cuando los miembros de la Iglesia reciben ayuda de los Servicios de Bienestar, se les pide y se espera que hagan lo que puedan a cambio de la ayuda que reciben "para preservar la dignidad del que recibe", dijo Gordon B. Hinckley, decimoquinto presidente de la Iglesia.
El trabajo que el beneficiario realice puede incluir el reabastecimiento de los estantes en el almacén del obispo, la ayuda en las empaquetadoras, el transporte de paquetes de alimento al Centro de Ayuda Humanitaria de la Iglesia o la limpieza del terreno de la Manzana. Este es el tipo de trabajo que se puede realizar en cualquiera de los almacenes, empaquetadoras u otros centros operados por la Iglesia alrededor del mundo.
Quienes reciban ayuda de bienestar trabajan lado a lado con miembros voluntarios de la Iglesia que componen la mayor parte de la fuerza de trabajo del sistema de bienestar. No hay distinción entre estos dos grupos.
"Nosotros no preguntamos si una persona está en esta condición o en otra", dijo Hinckley. "Nos alegramos de que vengan y los ponemos a trabajar".
La meta de los esfuerzos de bienestar de la Iglesia es alentar la dignidad y la autosuficiencia de las personas. Lo que se busca es ayudar a la gente a ayudarse a sí misma lo suficiente para que luego ellas ayuden a otras personas a recibir las bendiciones que vienen del dar.
La mayor parte del alimento procesado y guardado en la Manzana de Bienestar proviene de granjas y ranchos operados por la Iglesia. Los empleados de la Iglesia manejan estas operaciones, pero son los voluntarios quienes realizan la mayor parte del trabajo.
Los voluntarios son la clave del éxito del programa. Una noche, un grupo de 200 Santos de los Últimos Días juntó más de 4.000 cajas de alimento para enviarles a las víctimas de las inundaciones en Venezuela. Uno de esos voluntarios, llamado Israel, se sintió impresionado por la cooperación que existía entre los trabajadores.
"Nuestra única preocupación era tratar de ayudar a la gente de Venezuela", dijo más tarde.
El esfuerzo voluntario comienza a nivel de las congregaciones locales. En cada congregación o "barrio", los líderes de la Iglesia llamados obispos supervisan las necesidades de bienestar de los miembros.
Los obispos son responsables de encontrar a las personas necesitadas. Ellos hacen esto por medio de la investigación personal, de los informes de miembros de la congregación a los que se les pide que visiten y estén disponibles para ayudar a otros individuos o familias, o por medio de lo que otros miembros puedan saber de la situación.
Cuando las personas están haciendo todo lo posible para proveer para sí mismas pero no pueden satisfacer sus necesidades básicas, pueden pedir ayuda temporal por medio del obispo. Es él quien determina la naturaleza y la cantidad de ayuda necesitada. El obispo entonces se asegura de contactar a otros miembros de la familia para ver qué tipo de ayuda pueden proveer. Si la familia no está en condiciones de ayuda, la Iglesia presta la asistencia para satisfacer las necesidades de quien la necesite.
A cambio de ello, se les ha pedido a las familias que rindan servicio por la ayuda que han recibido. Las familias podrían ayudar con la limpieza de la capilla, trabajar en el almacén del obispo, y hasta barrer los estacionamientos de los centros de reunión. El trabajo es para permitirles que rindan servicio por la asistencia recibida y para que preserven su dignidad.
Los fondos que se usan para ayudar financieramente a las personas provienen de las ofrendas de ayuno, que son contribuciones voluntarias hechas por miembros que dejan de ingerir alimentos y bebida un domingo al mes cada mes y donan el valor de las comidas para el cuidado del pobre y el necesitado.
Cuando una familia necesita alimentos, el obispo hace llenar un formulario de pedido del almacén del obispo para satisfacer la necesidad básica.
Con ese formulario, la familia necesitada puede ir al almacén. Los voluntarios les ayudan a juntar los artículos en el formulario. Si los beneficiarios son discapacitados físicamente y no pueden ir al almacén, los bienes se les hacen llegar a su hogar.
El almacén del obispo difiere en el tamaño y en la cantidad de bienes que ofrece. Algunos, son similares a la Manzana de Bienestar en Utah, otros se asemejan a los almacenes, bodegas o colmados y están abiertos seis días a la semana. Otros son mucho más pequeños y pueden abrir sólo unas pocas horas por semana. En Santo Domingo contamos con un almacén del obispo con un estilo muy similar al de un almacén.
Todos los almacenes tienen bienes básicos como los alimentos en lata y alimentos secos envasados, otros dependiendo de la localidad donde estén podrían tener frutas y verduras frescas, pan y cereal, productos lácteos, pasta, carnes y productos para la higiene personal.
Los obispos también tienen acceso a los centros de recursos de empleo de la Iglesia para ayudar a sus miembros en la búsqueda de trabajo. Cualquiera que sea la necesidad, la asistencia que se ofrece no sólo alivia físicamente a quien la recibe, sino que le trae a la persona la tranquilidad de que no está sola en momentos difíciles.