Nota de prensa

El valor del buen trabajo

Los frutos de nuestro trabajo pueden traer un sentido de propósito y satisfacción

Hace un cuarto de siglo, el élder Neal A. Maxwell, del Cuórum de los Doce Apóstoles, hizo esta declaración: "El trabajo siempre es una necesidad espiritual, aun cuando, para algunos, el trabajo no sea una necesidad económica" ("Pon tu hombro en la lid", Liahona, mayo de 1998, pág. 38). Este principio sigue vigente hoy en día. Tal como Dios lo diseñó, el buen trabajo, el que es valioso y contribuye, es una necesidad para la felicidad.

El presidente Thomas S. Monson, entonces Segundo Consejero de la Primera Presidencia, lo expresó de esta manera: "Dios dejó el mundo inconcluso para que el hombre empleara su habilidad. Dejó la electricidad en la nube, el petróleo en la tierra.

Dejó los ríos sin puentear, los bosques sin talar y las ciudades sin construir. Dios le da al hombre el desafío de las materias primas, no la facilidad de las cosas terminadas. Deja los cuadros sin pintar, la música sin cantar y los problemas sin resolver, para que el hombre pueda conocer los gozos y las glorias de la creación" (véase "En busca de la vida abundante", Liahona, marzo de 1988).

Desde el principio, el buen trabajo ha sido una parte importante de nuestro crecimiento y progreso (véase Moisés 5:1). Dios nos ha dado el don del trabajo, sabiendo que hay un gran valor y aprendiendo en el proceso de superar un desafío. Es a través del buen trabajo que nos estiramos, lo que nos permite alcanzar logros y avances que nunca hubiéramos soñado posibles.

En nuestros días, el trabajo a menudo se asocia con recompensas financieras e ingresos. Pero el buen trabajo vale mucho más que el dinero. Los frutos de nuestra labor pueden aportar un sentido de propósito y satisfacción, y pueden fomentar la resiliencia y la disciplina. El buen trabajo nos permite desarrollar y refinar nuestro carácter.

Nuestro trabajo es mucho más que nuestra ocupación. En palabras de Thomas Carlyle: "Todo trabajo verdadero es sagrado" (véase "Pasado y Presente", publicado en 1844, página 141). Nuestro buen trabajo puede ser sagrado. Un padre ocupado que se toma un tiempo de las exigencias del día para hacer una pausa y hablar con un hijo, un vecino que siente una necesidad y actúa, un joven que une fuerzas con amigos para servir a los demás, estos son ejemplos de trabajo bueno y sagrado.

Dondequiera que estemos o cualesquiera que sean nuestras circunstancias, podemos elegir dedicarnos a una buena obra. Hay un gran valor en el buen trabajo, y el buen trabajo siempre pagará un dividendo de retorno al ayudarnos a convertirnos en todo lo que podemos ser.

Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)

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