La impulsora del exitoso Mundial Femenino Sub 17 de la FIFA que se desarrolló en Costa Rica se llama Yolanda Camacho Matamoros, es médico quiropráctica, esposa, madre y, además, miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. De hecho, ella menciona que el Evangelio del Salvador ha sido uno de sus baluartes para alcanzar metas tan elevadas como gestionar una competencia deportiva mundial tan exigente.
Miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días fue la gestora de la Copa Mundial Femenina Sub-17 de la FIFA que recién se llevó a cabo en Costa Rica
El Evangelio le ayudó a tener la disciplina y perseverancia para desarrollar un proyecto tan exitoso y liderar a un grupo de numerosos voluntarios
La impulsora del exitoso Mundial Femenino Sub 17 de la FIFA que se desarrolló en Costa Rica se llama Yolanda Camacho Matamoros, es médico quiropráctica, esposa, madre y, además, miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. De hecho, ella menciona que el Evangelio del Salvador ha sido uno de sus baluartes para alcanzar metas tan elevadas como gestionar una competencia deportiva mundial tan exigente. “Como miembros de la Iglesia, estamos acostumbrados a participar en actividades comunitarias y deportivas. Tras el Mundial, yo puedo dar fe de que si guardamos los principios tendremos éxito, pues Dios nos protege y nos brinda su ayuda”.
Esas creencias y fundamentos fueron claves en distintos momentos difíciles, como cuando el país estuvo a punto de perder la sede. “Me ayudaron a mantenerme firme, a perseverar y a ser fiel a mis convicciones”, comenta Camacho, quien asiste a una de las unidades de la iglesia ubicada en Alajuela, en el sector de Villa Hermosa, y que trabajó durante tres años para llevar a cabo el proyecto de organizar esta justa deportiva. En el último añio de la competencia, pasó a formar parte del equipo de la FIFA como coordinadora general de la sede San José/Estadio Nacional.
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Con 43 años de pertenecer a la Iglesia, Camacho cuenta que además de los principios que ha aprendido de las Escrituras, manuales y clases, de alguna forma se sintió inspirada en el pensamiento de otro mormón, Steven Covey, particularmente por su libro “El octavo hábito”. “He querido dejar un legado. Covey menciona escuchar nuestra voz interna y enseñar a otros a identificar la suya, a hacer algo diferente, a tender puentes”.
Justamente tendió muchos puentes para lograr que Costa Rica organizara el primer Mundial que se lleva a cabo en Centroamérica. “La idea de desarrollar ese proyecto nació en Nueva Zelanda, en un campeonato de esa categoría. Ese país tiene similitudes con el nuestro en términos de población, organización geográfica y participación gubernamental, así que pensé que nosotros, con nuestras habilidades deportivas y organizacionales, podíamos ser capaces de realizar esa competencia acá”
Esa idea fue tomando más forma durante el Mundial de Trinidad y Tobago, y tuvo un impulso mayor cuando el presidente de la Federación Costarricense de Fútbol, Eduardo Li, firmó los documentos oficiales donde el país solicitó la sede ante la FIFA. “Don Eduardo me dio la responsabilidad de organizar ese torneo y yo seguí adelante con el proyecto, siempre con el apoyo de la Fedefutbol”.
La tarea no fue sencilla, pues aunque Camacho forma parte del comité organizador de mundiales de ese organismo internacional y ha ayudado en el planeamiento de varios campeonatos, el proyecto en Costa Rica requirió liderazgo, perseverancia y la participación de muchos involucrados. “Pero ver el Mundial plasmado y luego concluido de buena manera, me dio una gran satisfacción. Fue una emoción muy grande”.
Distinguida por su trabajo voluntario de muchos años en el fútbol costarricense y mundial, Camacho asegura que desarrolló esa cualidad en la Iglesia, en la cual ha tenido varias oportunidades de servicio a lo largo de su vida. Su profesión, médico quiropráctica, y el apoyo de su esposo (Gregory Kortman) y sus dos hijos (Francisco y Jéssica, que viven en Estados Unidos), también le han ayudado durante éste y otros proyectos importantes de su vida.
“Mi hijo fue misionero en Grecia. Yo le digo que, de alguna manera, me considero una embajadora anónima de la Iglesia, pues a cada lugar donde voy asisto a las capillas, converso con los miembros y no miembros, comparto con ellos lo que el Evangelio ha hecho en mi vida”, explica.