Esta Nota es cortesía de Thechurchnews.com
Por Courtney Rich, miembro del Consejo Asesor General de las Mujeres Jóvenes
¿No debería ser lo suficientemente fuerte a estas alturas? ¿No debería tener todas las respuestas? ¿Tengo suficiente fe? ¿Por qué sigo cometiendo errores? Seguro que el Señor debe estar decepcionado de mí.
A mis 42 años, con experiencias que han fortalecido mi fe, todavía me cuestiono. Hay días en que siento que debería ser mejor en el discipulado.
¿Te ha pasado?
En esos momentos, agradezco el recordatorio del Señor: “Vosotros sois niños pequeños, y aún no habéis entendido cuán grandes bendiciones tiene el Padre... sin embargo, sed de buen ánimo, porque yo os guiaré” (Doctrina y Convenios 78:17–18).
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El Señor no solo nos envía a un viaje, sino que camina con nosotros. Nos guía paso a paso y nos invita a confiar, incluso cuando hay incertidumbre, porque Él está presente.
No está decepcionado si aún no lo sabemos todo. No se frustra cuando tenemos preguntas. No se enoja si tropezamos.
Solo desea que confiemos en Él y sigamos caminando.
Alguna vez te has preguntado: “¿Cómo sé cuál es la opción correcta?”. Yo sí. Levantaría ambas manos.
A veces desearía que Dios me diera una lista detallada para cada decisión. Pero sé que no es así. Él desea que usemos nuestro albedrío (Doctrina y Convenios 58:27-28).
Y eso no debería asustarnos. Dios confía en nosotros. Nos da principios eternos y el don del Espíritu Santo para decidir bien (Doctrina y Convenios 62:8-9). No tenemos que hacerlo solos.
Su plan incluye que aprendamos y crezcamos. Si te preguntas cómo sentir mejor al Espíritu en momentos difíciles, abre "Para la Fortaleza de la Juventud" en la página 17 y leer la sección "Andar en la luz de Dios".
Recientemente, vi cómo el Señor responde de forma personal. Después de un discurso de la conferencia general de abril de 2025 de la hermana Tamara W. Runia, le escribí a mi hija preguntándole si lo había visto.
“¡Sí, es como si la charla hubiera sido escrita para mí!”, me respondió enseguida.
Lloré de emoción. Supe que esas palabras eran respuesta a nuestras oraciones. El Señor había hablado directamente a su corazón.
En un mundo donde el adversario quiere alejarnos de la luz de Cristo, creer que no somos nuestros errores y que nuestro valor es grande ante Dios puede ser difícil.
¿Cómo ayudarla a saber que el Salvador la ama siempre?
Al llegar a casa ese domingo, vi un papel con notas del discurso:
“Mi valor es constante.”
“Satanás es el ladrón de la alegría.”
“Jesús está alegre porque lo estoy intentando.”
“A Dios le importan nuestros errores, pero más le importa lo que hacemos después.”
Esta es la verdad. El Salvador quiere que la sepamos, que la creamos. Él ofrece esperanza real y constante.
No necesitas ser perfecto para progresar. El Señor te conoce, te ama y ha prometido estar contigo, porque eres precioso a sus ojos. Esa es la verdadera esperanza del discipulado.
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Courtney Rich: Hallar paz en el discipulado imperfecto – Noticias de la Iglesia