La mayoría de las veces, la vida es maravillosa. El mundo que nos rodea está lleno de belleza. Estamos rodeados de personas que se preocupan por nosotros. Y nos preguntamos cómo podría ser mejor la vida.
Pero luego hay otros momentos en que la vida parece abrumadora, incluso sombría, y esos días más felices son un recuerdo lejano. En esos momentos, lo mejor que se puede hacer, tal vez lo único que se puede hacer, es aferrarse a la esperanza, no solo a las ilusiones, ni siquiera al mero pensamiento positivo, sino a la esperanza robusta e intrépida.
Este tipo de esperanza no es para los débiles de corazón. Exige coraje para creer, fuerza para seguir adelante y la determinación de no rendirse nunca. Si nuestra esperanza es llevarnos a través de los días verdaderamente oscuros, a través de las verdaderas tormentas de la vida, debe estar anclada a algo más fuerte que nosotros, algo más profundo de lo que vemos a nuestro alrededor. La esperanza tiene poder cuando nos enfocamos en las cosas eternas, en los principios eternos, en la confianza en Dios.
Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
La mayor parte de la oscuridad y la monotonía de la vida son temporales. Las cosas tienden a salir bien al final. El presidente Gordon B. Hinckley era conocido por estas palabras tranquilizadoras: "No es tan malo como a veces se piensa. Todo sale bien. No te preocupes. Me lo digo a mí mismo todas las mañanas. Todo saldrá bien. … Pon tu confianza en Dios y avanza con fe y confianza en el futuro. El Señor no os abandonará" (véase "Consejo de los Últimos Días: Extractos de los discursos del presidente Gordon B. Hinckley", Liahona, octubre de 2000, pág. 73). Él es la razón de nuestra esperanza.
No hace mucho, un hombre se enteró de que necesitaba una operación importante para preservar su salud. Al enfrentarse a esta noticia aleccionadora, tres palabras acudieron a su mente una y otra vez: "fuerte, positivo, esperanzado". Aunque estaba preocupado por la operación y su recuperación, el hombre decidió ir al hospital con esas tres palabras en su mente y en su corazón. En los meses de recuperación que siguieron, repitió esas tres palabras como una especie de lema por el que vivir: fuerte, positivo, esperanzado.
A medida que lo hacía, encontró fuerza dentro de sí mismo que no sabía que tenía. Descubrió que todos los días sucedían cosas positivas por las que podía estar agradecido. Y descubrió que había razones para esperar que las cosas mejoraran y salieran bien. La vida no siempre fue fácil, pero se dio cuenta de que era maravillosa.
Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)