Hace unos cuantos años, se llevó a cabo un estudio para medir los efectos de la dieta en el corazón de los conejos. No llamó la atención que los que comieron alimentos grasos desarrollaran problemas de alto nivel de colesterol, pero se descubrió algo interesante: que un grupo de conejos gozaba de mayor salud. Aunque se les había dado el mismo alimento, habían recibido atención especial de uno de los miembros del equipo, una joven particularmente solícita. Ella no solo dio comida a los conejos, sino que les habló, los acurrucó y los acarició. No sabía que estaba alterando los resultados, sino que, sencillamente, fue cariñosa.
De pronto, ese ya no era un experimento sobre genética y dietas; también se descubrió que las relaciones son valiosas. En un libro recientemente publicado se citan estos hallazgos, indicando que, “al fin de cuentas, lo que más positivamente afecta la salud, es la forma como nos tratamos los unos a los otros; cómo vivimos, y cómo conceptualizamos nuestra condición de seres humanos”.
En otras palabras, el “efecto del conejo” bien podría llamarse “el efecto humano”.
Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
Tantas personas parecen estar tan alteradas al interactuar entre sí, en línea o cara a cara. A algunas se les nota furiosas, molestas e impacientes con los demás y consigo mismas. Aun aquellas que no son abiertamente hostiles, se han vuelto frías e indiferentes; y después nos preguntamos por qué la salud y la felicidad se ven tan afectadas, y por qué la paz y la calma son tan escurridizas.
Los seres humanos, quizá más que los conejos, requieren bondad, afecto y amor para poder sobrevivir. Nadie prospera dentro de un clima de contención y resentimiento. Cuando somos bondadosos, aunque no se nos pague con la misma moneda, somos portadores de paz, al saber que generamos luz en vez de ardor. Cuando sinceramente nos interesamos en los demás, esparcimos compasión y ayudamos más libremente, y, al hacerlo, creamos un entorno más saludable y más feliz para todos los demás.
Si acurrucar a un conejo puede reducir su nivel de colesterol, imagine lo que sucedería si demostramos afecto de maneras sencillas por aquellos con quienes interactuamos. Tal es el poder de la bondad humana.
Fuente: Música y palabras de inspiración (Music and the Spoken Word)