Hacer y llegar a ser

Un antiguo proverbio dice: “El mejor momento para plantar un árbol es hace 20 años. El segundo mejor momento es ahora”. Lo mismo podría decirse de nuestra vida. Ya sea que quiera leer una novela o escribirla, salir a caminar o escalar una montaña, cuanto antes empiece, tanto más pronto alcanzará su objetivo.

Así como un árbol no crece en un solo día, la vida no cambia de la noche a la mañana, pero cada día es importante, y cada paso que damos nos acerca al logro de nuestro potencial. Al fijar metas, aunque sean pequeñas, y después alcanzarlas, ganamos más control sobre nuestra vida. Cada vez que hacemos algo por mejorar y ayudar a otras personas, hallamos más paz. Con el tiempo, pueden suceder cosas notables en nosotros y en quienes nos rodean.

Pero algunos estamos tan ocupados con lo cotidiano que cualquier esfuerzo de superación personal puede parecer extenuante —una cosa más que hacer en nuestra ya ocupada jornada. Por otro lado, hay quienes quizá se sientan aburridos, poco valorados o inútiles y les cueste dotarse de las fuerzas o la motivación para comenzar.

La vida es mucho más que una lista de tareas; es un proceso de llegar a ser aquello para lo cual fuimos creados. Se ha dicho que cada uno de nosotros es un ser humano y no un hacer humano, y aunque lo que hacemos es lo que al fin y al cabo nos define, debemos determinar si todo eso nos acerca a lo que queremos llegar a ser personalmente:

Mejores esposos y padres, hijos y hermanos; mejores ejemplos de amor y respeto hacia los demás; más anhelosos de vivir al amparo de buenos valores y principios, y de extender nuestra visión hacia el futuro. Por cierto que a veces cometeremos errores, pero aprenderemos de ellos y volveremos a tratar, y así llegaremos a alcanzar nuestro máximo potencial.

Tal vez sea un proceso gradual hasta que las semillas del progreso se transformen en un robusto árbol, pero a nadie le preocupa el tiempo que le llevó al árbol crecer, sino que nos maravillamos ante el milagro de la evolución y del llegar a ser.