Adriano Jhulian Céspedes Canales es un joven miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que, a sus 17 años, ha sabido destacar en el arte de la danza y el folklore a nivel nacional. El año pasado pasado ganó el campeonato que podría considerar el más importante de su carrera, el de campeón nacional pre juvenil ciudad de Lima “marinera limeña”.
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Su formación profesional se dirige a un mayor nivel, pues durante este verano se preparó intensamente para postular a la escuela nacional superior de folklore José María Arguedas, obteniendo la única vacante disponible en la modalidad de primeros puestos en el programa académico de educación artística especialidad folklore mención danza.
La escuela nacional superior de folklore José María Arguedas, es una comunidad académica con rango universitario que investiga, difunde y forma profesionales autónomos, críticos y propositivos en docencia artística y artistas profesionales.
Los premios no se obtienen fácilmente y Adriano lo tiene muy claro. Sus padres prepararon el camino y él asumió el reto de seguirlo con disciplina y responsabilidad. Todo empezó a los 7 años cuando entró a un taller de verano de marinera norteña y tras pasar horas y horas de ensayo, la constancia de sus padres y el enfrentarse a los nervios en las presentaciones fue naciendo en él el amor por este arte.
Pero esta no es una historia donde los padres notaron las habilidades de su hijo y quisieron desarrollarlos. Esta historia trata de una madre que tras notar un tic nervioso en su pequeño hijo decide llevarlo a diferentes doctores y que luego de diversos análisis y descartes médicos dieron con un psicólogo que muy atinadamente sugirió que Adriano lleve algún taller, pues esto ayudaría a establizar los niveles de estrés que tenía, para que se relaje y que poco a poco recupere su salud.
La elección del taller de marinera se debió a la cercanía con su casa y tras la primera clase se vio que el niño no tenía buena coordinación y que los demás compañeros eran competidores y que incluso algunos ya eran campeones en sus categorías, pues esta academia de marinera se dedicaba a formar competidores. Aún con estas diferencias de nivel se continuó hasta que con mucha fe y esperanza en el resultado la disciplina se convirtió en talento.
Organizar su vida personal, sus estudios y su relación con Dios van de la mano, aunque a veces requiere de muchos sacrificios. Su nivel académico era muy bueno, pues al postular a la escuela de folklore le pidieron su certificado de estudios, descubriendo que siempre había estado dentro de los primeros puestos de su colegio.
Como dato curioso Adriano cuenta que el día de su primera presentación frente a un público estaba tan nervioso que no podía evitar el llanto y cuando escuchó que su pareja de baile había olvidado parte de su vestuario creyó que ya no se presentaría y eso lo tranquilizó; pero luego consiguieron el vestuario faltante y no tuvo más remedio que salir a danzar. Allí se dio cuenta que competir no era nada del otro mundo y que podía trasmitir emociones por medio de su baile y eso era algo que quería hacer siempre.
Ahora su meta principal es destacar y ser el mejor en su carrera, y algún día llegar a formar parte del conjunto nacional de folklore del Perú, ser el máximo exponente del folklore nacional, representar a su país en el extranjero, y poner el nombre del Perú en lo alto.
“…Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos.”
Artículo de Fe N° 13 de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días