Por: Marissa Widdison, Editora administrativa auxiliar de la aplicación Vivir el Evangelio
Cada persona de la tierra tiene diferentes puntos fuertes y debilidades, aspectos en los que tiene capacidad, así como limitaciones. En este extracto, se presenta a un miembro de la Iglesia que vive con una afección a la que, usando un término médico, se define como discapacidad. Sus buenas obras prueban que, especialmente cuando se trata de seguir al Salvador, sin duda son capaces de ayudar a edificar Su reino, son capaces de marcar la diferencia y son capaces de dar ejemplos que los demás pueden seguir.
Ministrar con amor
El presidente Juan Medina presta servicio como presidente de rama por segunda vez, pero esta experiencia es un poco diferente. En esta ocasión, no le es posible ver a las personas a las que ministra. “Perdí la vista poco a poco, pero no perdí la capacidad de servir que el Señor siempre me ha ofrecido”, dice el presidente Medina desde su casa en Sonora, México. “Tener la capacidad de ministrar a mis hermanos y hermanas es un privilegio”.
Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
Durante la pandemia del COVID-19, el presidente Medina llamó a cada miembro de la rama para ver cómo estaba; dice que aquello no solo ayudaba a los demás, sino que también lo ayudaba a él a sentirse menos deprimido y con menos estrés. “Por medio de la ministración, ya sea que alguien me haya ministrado a mí o que yo ministre a otras personas, llego a conocer el verdadero amor de Cristo”.
El presidente Medina dice que, en especial, le encanta trabajar con los miembros recién bautizados. “Puede verse una clara diferencia entre su vida antes y después del bautismo”, dice. “El amor los cambia”.
Cuando se le preguntó en cuanto a los desafíos que afronta, el presidente Medina no mencionó sus impedimentos de la vista en absoluto. Más bien, sus comentarios se centraron en las personas que no están presentes en la reunión sacramental de cada semana y en el modo en que desea que sepan cuánto se les echa de menos.
“La bendición más grande que he recibido es que mi vida ha cambiado a través del Evangelio”, dice, “y el ser ciego no ha cambiado eso”.
(Extracto de la nota publicada en la Liahona de abril 2021)