La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha entregado 32 millones de dólares estadounidenses al Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) de la Organización de las Naciones Unidas. Esta es la mayor contribución individual de la Iglesia a una organización humanitaria, para ayudar a combatir lo que el WFP llama una “crisis de hambre sísmica”.
Durante una visita realizada el miércoles a la sede del Programa Mundial de Alimentos en Roma, el obispo L. Todd Budge, del Obispado Presidente, entregó la donación al Presidente y Director Ejecutivo del WFP de EE. UU., Barron Segar, y a la Subdirectora Ejecutiva de Asociaciones y Promoción del WFP, Ute Klamert.
“Estamos muy agradecidos de colaborar con el Programa Mundial de Alimentos porque sabemos que llevarán alimentos a quienes más los necesiten”, dijo el obispo Budge. “Y damos las gracias a los Santos de los Últimos Días y a los amigos de la Iglesia cuyos sacrificios económicos han hecho posible esta donación. Esta generosidad hace que los hijos de Dios sean un poco más felices y que todos nosotros seamos un poco más santos”.
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El WFP utilizará los fondos de la Iglesia para proporcionar alimentos y otra ayuda básica a 1,6 millones de las personas más vulnerables en nueve países: Afganistán, República Democrática del Congo, Etiopía, Haití, Kenia, el noreste de Nigeria, Somalia, Sudán del Sur y Yemen.
“Esta donación extraordinaria de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no podría llegar en un momento más crítico”, dijo David Beasley, Director Ejecutivo del WFP. “Con millones de personas que mueren de hambre en la actualidad, el WFP está trabajando arduamente para proporcionar alimentos, ayuda y esperanza, y esta contribución que salva vidas nos permite hacer exactamente eso”.
A medida que la crisis alimentaria mundial lleva a millones de personas más a sufrir hambre, la labor del WFP, junto con los gobiernos y las organizaciones colaboradoras, es una ayuda vital para muchos. En Somalia, por ejemplo, el WFP está aumentando la ayuda humanitaria a niveles récord para evitar la hambruna prevista. En Yemen, la ayuda alimentaria del WFP ha llegado a más de la mitad de la población del país y ha mantenido el hambre bajo control. Mientras tanto, en Afganistán, millones de familias dependen del apoyo de los alimentos, la nutrición y los medios de sustento de esta organización.
“En esta época de necesidad mundial sin precedentes, estamos agradecidos por la donación transformadora de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”, dijo Segar. “El apoyo del sector privado es crucial para nuestra misión y permite al WFP aumentar la ayuda alimentaria y la labor de resiliencia que brinda estabilidad y consuelo a las familias en estos tiempos difíciles. Estoy seguro de que la donación de la Iglesia inspirará a otras personas a unirse a nuestro movimiento para erradicar el hambre en el mundo”.
Klamert agregó: “Aceptamos esta generosa donación con gratitud y firme confianza en nuestra capacidad de utilizarla para llevar alimentos a los más vulnerables, para que les lleguen en su momento de necesidad y los ayuden a salir del peligro, para que puedan sobrevivir y desarrollar resiliencia”.
En la actualidad, 345 millones de personas —una cifra récord— afrontan una inseguridad alimentaria aguda, con 50 millones de personas al borde de la hambruna. Si no se toman medidas inmediatas, unos 60 millones de niños están en riesgo de sufrir desnutrición aguda a finales de 2022. El efecto dominó mundial de la guerra en Ucrania, agravado por un conflicto generalizado, los fenómenos climáticos extremos y las repercusiones socioeconómica de la pandemia del COVID-19, está empujando a la más profunda desesperación a personas que ya eran vulnerables.
Mi corazón se alegra por los millones de niños desnutridos que se beneficiarán de esta donación”, agregó la hermana Camille N. Johnson, líder mundial de la Sociedad de Socorro de la Iglesia, una organización para mujeres. “Jesús tiene compasión por los niños. Llora cuando los ve pasar hambre y se regocija incluso con el más mínimo esfuerzo por ayudarlos. Expresamos nuestra enorme gratitud al Programa Mundial de Alimentos y a todos los que contribuyen de alguna manera a esta causa”.
La colaboración de la Iglesia de Jesucristo con el WFP comenzó en 2014. David Beasley, el Director Ejecutivo del WFP, visitó las operaciones de bienestar de la Iglesia en Salt Lake City en 2019. Las dos organizaciones trabajaron juntas para llenar las brechas del hambre durante la pandemia del COVID-19.
La Iglesia de Jesucristo dona unos mil millones de dólares anuales para cuidar de los necesitados en todo el mundo.
Acerca del Programa Mundial de Alimentos
El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas es la organización humanitaria más grande del mundo, que salva vidas en emergencias y da asistencia alimentaria para construir un camino hacia la paz, la estabilidad y la prosperidad de poblaciones que se están recuperando de conflictos y desastres y del impacto del cambio climático.
El Programa Mundial de Alimentos de EE. UU., una organización 501(c)(3) con sede en Washington D. C., apoya con orgullo la misión del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas mediante la movilización de los legisladores, las empresas y las personas de los Estados Unidos con el fin de hacer avanzar el movimiento mundial para erradicar el hambre. Nuestro liderazgo y apoyo ayudan a reforzar un perdurable legado estadounidense de alimentar a familias necesitadas en todo el mundo. Más información acerca de la misión del Programa Mundial de Alimentos de EE. UU.
Servicios humanitarios de la Iglesia de Jesucristo
Los Servicios Humanitarios de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días alivian el sufrimiento, fomentan la autosuficiencia y brindan oportunidades de servicio. Siguen la admonición de Jesucristo de alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, acoger al forastero, cubrir al desnudo y visitar al enfermo y afligido.
La ayuda humanitaria de la Iglesia es posible gracias a las generosas donaciones y al voluntariado de los Santos de los Últimos Días y los amigos de la Iglesia. Los voluntarios aportan más de un millón de días de trabajo cada año para apoyar las iniciativas de bienestar.