Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
La libertad religiosa es la piedra angular de la paz en un mundo donde muchas filosofías compiten entre sí. Nos da a todos el espacio para determinar por nosotros mismos lo que pensamos y creemos; para seguir la verdad que Dios habla a nuestro corazón. Permite que diferentes creencias coexistan, protege a las personas que son vulnerables y nos ayuda a sortear nuestros conflictos. De ese modo, tal como ha concluido sabiamente el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en múltiples ocasiones, la libertad religiosa es esencial para las personas de fe, y “es también un valioso bien para los ateos, los agnósticos, los escépticos y los indiferentes”. Eso se debe a que “el pluralismo inherente a una sociedad democrática, que ha sido conquistado a lo largo de los siglos, depende de ello”.
Una libertad sólida no es simplemente lo que los filósofos políticos han llamado la libertad “negativa” de no interferir, por importante que eso sea. Más bien es una libertad “positiva”, mucho más rica: la libertad de que la persona viva su religión y creencia en un entorno legal, político y social que sea tolerante, respetuoso y complaciente con las diversas creencias.
Utilizamos nuestra libertad de religión y de creencia para establecer nuestras convicciones esenciales, sin las cuales todos los demás derechos humanos no tendrían sentido. ¿Cómo podemos reclamar la libertad de expresión si no podemos decir lo que realmente creemos? ¿Cómo podemos reivindicar libertad de reunión a menos que podamos reunirnos con personas que comparten nuestros ideales? ¿Cómo podemos disfrutar de la libertad de prensa a menos que podamos publicar abiertamente quiénes somos en realidad?
Lo bueno es que ha habido un progreso notable en la propagación de la libertad religiosa. he visto ese progreso en mi propia vida. Por ejemplo, en 1948, cuando solo tenía tres años de edad, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual estipulaba que “[toda] persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”.
Para leer el texto completo de este discurso, consulte mormonnewsroom.org.
El élder Christofferson pronunció estas palabras durante una conferencia interconfesional que se celebró en São Paulo, Brasil, el 29 de abril de 2015.