Era de noche, y un grupo de pastores acampaba en las afueras del pueblecito de Belén, cuidando a sus rebaños en la oscuridad. De pronto, “la gloria del Señor los rodeó de resplandor”, y un santo ángel, acompañado por “una multitud de las huestes celestiales” iluminó el cielo de la noche. Su mensaje de “paz, buena voluntad para con los hombres” guió a los pastores hacia la ciudad, donde “hallaron a María, y a José, y al niño acostado en el pesebre”. Ante ellos estaba la Luz del Mundo, “y al verlo, dieron a conocer” lo que habían experimentado, “glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto” (véase Lucas 2:8-20).
Otros llegaron a adorarle provenientes de tierras lejanas, siendo también guiados por la luz que brillaba en la oscuridad. Los magos le hallaron al seguir “su estrella… en el oriente” (Mateo 2:2), no cualquier estrella, sino la estrella del Señor. Había algo especial en ella, así como había algo especial en aquel Niño, algo que atrajo a los puros y humildes hacia Él en el espíritu de devoción y adoración. “Y cuando [los magos] entraron en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron” (Mateo 2:11). ¿Quién podría acaso estar en la presencia de un Ser tan santo?
Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
Se cuenta que, en cierta ocasión, el autor Charles Lamb se hallaba en compañía de un grupo de famosos escritores quienes se preguntaban qué harían si fueran a entrar en el cuarto grandes y nobles personajes del pasado. Lamb dijo, “Si entrara Shakespeare, nos pondríamos de pie con admiración, pero si entrara Jesús, nos arrodillaríamos en adoración”.
Al igual que los pastores, los magos del oriente, y todos los que observan con sabiduría, nos postramos ante el Rey de reyes y Señor de señores. Buscamos su estrella que alumbra nuestras noches oscuras. Quizá no seamos, como dijo el Apóstol Pedro, testigos presenciales de Su majestad, pero sí sabremos que Él es la “antorcha que alumbra en la oscuridad hasta que el día esclarezca, y la estrella…salga en [nuestros] corazones” (2 Pedro 1:16,19).
Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)