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Las bendiciones de la adopción

La adopción siempre debe bendecir la vida del niño

Hay muchas motivaciones diferentes por las que la gente desea adoptar a un niño, y esa motivación puede desempeñar un papel muy importante en la dinámica de la experiencia de adopción.

 

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días enseña que, independientemente de la motivación, la adopción siempre debe bendecir la vida del niño y que la adopción de un niño será una de las decisiones más importantes que uno puede tomar durante su vida, y es la decisión más grande en la vida del niño.

La experiencia de adopción de la familia de José López y su esposa Susana Argueta de Ciudad San Cristóbal Guatemala, es una que siempre apreciarán, y que por poco no sucede.

A principios de 2013, Susana estaba lista para dar a luz a su tercer hijo, una nena a quien le dieron el nombre de Ana Sofía, mientras que José estaba en el hospital con un caso severo de peritonitis; no se sabía si viviría o moriría.

Susana relata la experiencia: Recuerdo perfectamente la noche en la que hice la oración más difícil de mi vida, estaba a punto de nacer mi tercera bebé y mi esposo estaba en el hospital debatiéndose entre la vida y la muerte. Me puse de rodillas y le pedí de todo corazón a nuestro Padre Celestial que si José iba a morir, que se lo llevara ya, porque él estaba sufriendo demasiado, y que a mí me diera la fortaleza para poder sacar adelante a nuestros tres hijos sola. Al mismo tiempo le supliqué que por favor se compadeciera de nosotros y que lo dejara vivir, y que a cambio, yo tendría más hijos—nosotros ya habíamos decidido que Sofi sería la última.

“Al día siguiente de mi oración llegué al hospital ya con contracciones, y le conté a José que le había prometido a Dios que tendríamos más hijos si él vivía. Él estuvo felizmente de acuerdo. Ambos entramos a sala de operaciones al mismo tiempo; yo para tener a nuestra bebé y el para que le practicaran su primera operación de emergencia con punto de peritonitis”.

Después de la operación, José permaneció en el hospital cuatro meses, durante ese tiempo tuvo 13 operaciones. Finalmente fue capaz de regresar a casa y le tomó nueve meses más su recuperación.

Susana dijo que “cuando ya estaba totalmente recuperado, decidimos cumplir la promesa que le habíamos hecho al Señor y decidimos tener un cuarto bebé. Mi último embarazo fue difícil y cansado, era mi cuarto bebé y tenía que cuidar a otros tres chiquitos mientras sufría náuseas y todos los demás achaques del embarazo; sin embargo, yo sabía que le había prometido a Dios tener más hijos—no sólo uno más”.

Un día, mientras estaba sentada en la sala de espera de una clínica esperando a José, Susana empezó a hojear un periódico. Encontró un artículo del programa Creeré, del Consejo Nacional de Adopciones (CNA) que describía la cantidad de niños que tienen probabilidades muy bajas de ser adoptados, por su edad, alguna enfermedad, o porque tienen hermanos que no se pueden separar. Cuando leyó el artículo, ella sintió que su “corazón se estremecía” y pensó que podrían ser padres de alguno de estos niños.

Durante la temporada navideña de 2015, José y Susana decidieron visitaron un hogar de niños con su familia, donde se apegó mucho a José “una niña muy dulce y noble”, como lo explica Susana. La duda que él tenía en su corazón con respecto a la adopción era si iba a lograr amar a un niño adoptado como a sus hijos biológicos. Al conocer a la niña, todos sus miedos se desvanecieron. Él abrió su corazón para recibir todo el amor que ella tenía para dar, y se dio cuenta de lo fácil que era corresponder al amor.

Esa misma semana contactaron al CNA, para iniciar el proceso de adopción. Cuatro meses después lograron completar toda la documentación solicitada, y después de cinco semanas, el CNA llevó a cabo evaluaciones y entrevistas de toda su familia. Ese mismo día se les informó que eran idóneos para continuar con el proceso de adopción. Dos días después, recibieron una llamada del CNA para informarles que les iba a visitar una trabajadora social esa misma semana.

Susana dice que “recibimos la visita y nos dijeron que tan pronto encontraran una niña para nosotros, nos estarían contactando. Nos pidieron que no nos fuéramos a desesperar ya que podrían tardar varias semanas. Sin embargo, ese mismo día por la tarde nos llamaron y nos avisaron que ya nos habían asignado una nena y nos citaron para llegar al día siguiente. El proceso iba más rápido de lo que nos imaginamos.

“Las sicólogas nos presentaron el expediente de Lissy, y nos contaron que era una nena que había nacido con labio leporino y paladar hendido. Lissy fue abandonada por su mama al momento de nacer en la ciudad de Xela. El periódico local publicó su foto para ver si algún familiar la iba a reclamar, pero eso no sucedió, por lo que el juez le dio un nombre y la declaró en estado de adoptabilidad a los tres meses.

“Sin embargo, por su labio deforme, nadie quería adoptarla, así que Lissy fue creciendo institucionalizada. Ella vio a todos los niños de su grupo irse en adopción, pero ella siempre se quedaba atrás. Mientras permanecía en los hogares del estado, fue operada de su labio. En el momento en el que nos presentaron su expediente, estaba a la espera de la operación para cerrar su paladar. Cuando nos contaron su historia y nos mostraron sus fotos, José y yo quedamos cautivados. En su mirada se veía que era una niña feliz, dulce, y llena de amor. Nos dijeron que teníamos 10 días para pensarlo y avisarles si la aceptábamos o no. En ese momento José y yo nos vimos, y ambos supimos que no teníamos nada que pensar, y de una vez aceptamos ser los padres de Lissy”.

El jueves 19 de enero de este año, José y Susana llegaron al Hogar Seguro de Zacapa para conocer a Lissy. Hicieron arreglos para que los otros cuatro hijos se quedaran al cuidado de sus abuelos para que los días de convivencia con Lissy estuvieran totalmente centrados en ella. Una semana antes de que llegara al hogar.

Susana dice que “Ella recibió nuestra foto para que nos conociera y supiera que su mamá y su papá ya iban a llegar. Recuerdo que ese día estaba muy nerviosa. Mi mayor temor era saber cómo nos íbamos a comunicar ya que por su problema del paladar, ella no podía hablar”.

Cuando llegaron al hogar, una de las cuidadoras les presentó a Lissy, pero cuando ella los vio, se puso a llorar. Poco a poco se fue calmando. Empezaron a jugar con ella. A los pocos minutos sonrió y empezó a sentirse más cómoda con ellos. Ese día se les permitió estar con ella solo unas cuantas horas, y cuando se despidieron, ella se puso muy feliz.

Después de cuatro días en Zacapa, finalmente la llevaron a casa donde la esperaron sus hermanos, sus abuelitos, sus primos y sus tíos. Fue un recibimiento muy feliz. Ella se sintió bienvenida.

Susana dice que ocho meses después de que Lissy llegó a su casa, “Ella ya no es la misma niña que conocimos en enero. Ahora está más grande y más gordita… es una niña feliz y goza de la bendición de tener una familia. Nosotros tampoco somos los mismos, aunque el proceso de adaptación ha sido difícil, el amor que ella nos da cada día ha llenado nuestros corazones”.

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