Un antiguo relato bíblico ofrece un conmovedor ejemplo de cómo la justicia y la misericordia se cruzan en la vida y en nuestras relaciones. Un joven llamado José era despreciado por sus hermanos, quienes conspiraban contra su vida y, finalmente, lo vendieron como esclavo. Por unos 20 años, José hizo trabajo forzado en Egipto, dedicando mucho tiempo a pensar en lo que sus hermanos le habían hecho.
Entonces, mediante una serie de eventos inexplicables y milagrosos, José llegó a ser el primero en comando bajo Faraón. Una hambruna llevó a los famélicos hermanos de José a Egipto, en busca de alimento, teniendo José la autoridad de concedérselo o negárselo, mas ellos no lo reconocieron. Quizá habría sido justo que José dejara que muriesen de hambre, o que los hubiera vendido como esclavos, como ellos mismos hicieron con él.
Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
Pero, más bien, tras constatar la sinceridad e integridad de ellos, José se dio a conocer a sus atónitos hermanos, e invitó a toda la familia a disfrutar de la abundancia de Egipto. Ciertamente ellos no lo merecían, pero ese acto de misericordia bendijo a la familia por generaciones.
A menudo parecemos ver a la justicia y a la misericordia como cosas opuestas y nos inclinamos hacia la una o la otra. Cuando se nos ultraja, queremos que se haga justicia, pero cuando nosotros ultrajamos, buscamos misericordia. ¿Puede la justicia prevalecer sin sacrificar la misericordia? ¿Se puede ser misericordioso sin robar a la justicia?
Gracias demos por tener un Dios que es tanto justo como misericordioso. Él nos ama, pero también nos corrige; nos da normas elevadas y nos traza un camino estrecho, pero también nos da la forma de regresar a la senda cuando nos apartamos de ella. Su misericordia es justa, y Su justicia es misericordiosa.
Quizá podríamos recordar ese modelo perfecto al considerar cómo vemos la justicia y extendemos misericordia. Para hallar el debido equilibrio se requiere tiempo y práctica. Siempre cometeremos errores, pero, cuando ello ocurra, un amoroso y justo Dios nos ofrecerá a cada uno una medida perfecta de misericordia y de justicia.
Fuente: Música y palabras de inspiración (Music and the Spoken Word)