Recientemente, una familia fue de vacaciones con la esperanza de forjar recuerdos perdurables, así como vínculos familiares estrechos. Pero, como sucede en la mayoría de tales casos, la realidad se interpuso a las esperanzas. Vivieron buenos momentos, pero también hubo molestas demoras, ruidosos gentíos, y gastos inesperados que alteraron sus bien trazados planes, todo lo cual resultó en tensiones y discordias entre los miembros de la familia. Por momentos, hasta se preguntaron si las vacaciones habían valido la pena.
Pese a todo ello, llegaron a forjar recuerdos perdurables y vínculos estrechos. Lo que es más, parecieron unirse en un grado mucho mayor al pasar juntos por todos esos contratiempos no anticipados, y crecieron individualmente y como familia en aspectos que no habrían sido posibles de ningún otro modo.
Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
Quizá la vida no se pueda comparar a una vacación, pero hay ciertas similitudes entre las experiencias de esa familia y nuestro trayecto por la vida. Uno puede planear y confiar en disfrutar de dicha y tranquilidad, pero eso no siempre se vuelve realidad. La vida es magnífica, aunque a veces penosa; dulce, pero por momentos amarga. Los desafíos no alteran los planes, sino que son parte de ellos, permitiéndonos crecer y progresar. Un aspecto vital de todo ello es que viajemos juntos como familia. La conexión, la pertenencia y el refinamiento que provienen de la vida familiar nos hacen mejores personas. Sí, la vida a veces puede resultar complicada, pero nada lima las asperezas como las interacciones familiares, tanto en la familia inmediata como en la gran familia de Dios.
Toda buena familia cuenta con reglas, y en la de Dios, una de las que se conoce mejor es la regla de oro. Jesús de Nazaret la explicó de este modo: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. En otras palabras, trata a los demás del mismo modo que quisieras ser tratado.
Esa regla se aplica aun cuando estemos hambrientos, cansados, o frustrados. En las vacaciones y en la vida, el esforzarnos por tratar a los demás así como queremos ser tratados, hace las cosas más llevaderas. Más aún, contribuye al fortalecimiento colectivo, y las familias más fuertes forman mejores personas.
Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)