Tema de interés público

Milagroso rescate en el camino al Templo

Los Hursts y los Alvarados se vuelven a ver después de 36 años

 

He aquí, os digo… es por la fe que se obran milagros” (Moroni 7:37).

El 23 de octubre de 1927, el presidente Heber J. Grant, presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días dedicó el Templo de Mesa Arizona, en aquel entonces conocido simplemente como el Templo de Arizona. Dieciocho años después, llegó a ser el primer templo de la Iglesia en ofrecer ordenanzas del templo en español, la primera vez que se ofrecieron en un idioma que no era inglés.

Fue conocido afectuosamente como el templo Lamanita. El término lamanita se refiere a un pueblo israelita, del que se habla en el Libro de Mormón, que eran descendientes de Lehi e Ismael, ambos descendientes de José de Egipto (1 Nefi 5:14). Ellos eran parte de la colonia del profeta Lehi, a la cual el Señor ordenó abandonar Jerusalén e ir a una nueva tierra prometida (en el hemisferio occidental). Se cree que los pueblos indígenas de Centroamérica y Sudamérica están ligados de alguna manera a Lehi y Lamán.

Por décadas, los miembros de la Iglesia que vivían en Centroamérica y que deseaban recibir las ordenanzas del templo, tenían que viajar al Templo de Mesa Arizona, el único que ofrecía esas ordenanzas sagradas en español. No era un viaje fácil, pero era uno que los fieles miembros de la Iglesia estaban dispuestos a aguantar.

Se hicieron innumerables “excursiones a los templos” hasta que se dedicaron el Templo de la Ciudad de México (1983) y el Templo de la Ciudad de Guatemala (1984). Los diarios de muchos miembros de la Iglesia están llenos de historias que promueven la fe; incluso muchos milagros.

Una de esas excursiones—una de las últimas, ya que los templos de la Ciudad de México y de la Ciudad de Guatemala habían sido anunciados y en pocos años serían dedicados—tuvo lugar en el otoño de 1980. Del diario de Julio Enrique Alvarado, consejero en la presidencia de la estaca Utatlán, y la persona que iba a dirigir la excursión, leemos lo siguiente:

Todo el mes de octubre se nos fue en preparativos para el viaje al templo, viaje que iniciaremos el viernes 7 de noviembre y que esperamos completar el sábado 15 cuando estemos de regreso. Lo más complicado ha sido conseguir buses de México, porque no queremos viajar en los mismos buses incómodos que hemos usado antes, lo bueno es que ya casi está todo listo”.

También dijo que salieron de la estaca a la una de la mañana el día 7 de noviembre para aprovechar el tiempo y llegar a la frontera sur de México a buena hora. Los buses eran muy cómodos y los pilotos eran muy amables y comprensivos con todos. Todo iba bien hasta que llegaron a Ciudad Juárez el lunes 10 de noviembre al medio día.

El hermano Alvarado dijo: “Pensamos que el paso por la frontera no nos tomaría más de dos horas. Sin embargo, el permiso de los buses no les llegó a los pilotos, quienes intentaron pasar pero no se lo permitieron”.

Con poca comida, lo único que se les ocurrió hacer fue pedirle a uno de los niños que viajaba con ellos, el hijo del hermano Samuel Barillas, que cruzara la frontera y fuera a la venta más cercana a traer pan, pollo y cualquier otra comida para el grupo. El jovencito era el único que tenía pasaporte norteamericano por haber nacido allá. Mientras tanto, buscaron en la guía telefónica algún nombre de un miembro de la Iglesia que les pudiera ayudar.

Para sorpresa nuestra, bajo el nombre de Iglesias encontramos ‘Estaca El Paso, Presidente West’. Cuando lo llamamos se mostró muy amable y comprensivo. Nos dijo que llegaría a la frontera en 20 minutos y así lo hizo”, dijo el hermano Alvarado.

Al explicarle la situación, el presidente West dijo que haría todo lo posible por buscar ayuda. Horas más tarde dijo que había contratado un bus que llegaría por ellos y que los llevaría al centro de estaca. La Sociedad de Socorro había preparado una cena caliente para ellos y el presidente había hecho arreglos con miembros de la Iglesia para llevarlos en vehículos de doce pasajeros a todos hasta el Templo de Mesa. El presidente explicó que logró conseguir que cierto número de hermanos pidieran permiso en su trabajo y tenían vehículos disponibles para hacer el viaje.

El hermano Alvarado anotó en su diario respecto a este milagroso rescate bajo la fecha del 30 de noviembre de 1980: “El viaje al Templo de Mesa fue toda una aventura, nos quedamos varados en medio de la frontera México-USA (en tierra de nadie) ya que los buses no tenían permiso para cruzar la frontera ni circular en los Estados Unidos. Llegamos a Mesa gracias a la ayuda de los hermanos de El Paso que organizaron una caravana con microbuses que hizo el viaje de ocho horas hasta Mesa. El hermano Eldon Hurst fue quien dirigió la caravana. Todo se organizó gracias a la ayuda del presidente West quien incluso hizo llegar a El Paso a miembros que vivían en Washington, según nos dijo”.

Gracias a la bondad de esos hermanos, pudieron llevar a cabo las ordenanzas del templo que habían planeado. Se efectuó el sellamiento de Rodolfo y Herminia Salazar. De no haber sido por los hechos de los buenos hermanos de El Paso, quizá se habrían tenido que regresar de la frontera sin llegar al templo.

El grupo de miembros regresaron a Guatemala y los hermanos de El Paso volvieron a sus actividades cotidianas. Pero allí no termina la historia del milagroso rescate.

Hace unas semanas, dos hermanas estaban trabajando juntas en el Templo de la Ciudad de Guatemala. Una de ellas era la hermana Blanca Alvarado, esposa de Julio Enrique Alvarado, quien dirigió el viaje al templo que se acaba de mencionar. La otra era una misionera del templo que acababa de llegar de los Estados Unidos.

Cuando comenzaron a hablar, no tenían idea de la conexión que estaban a punto de hacer. Durante el transcurso de su conversación, la hermana Alvarado habló del tiempo en que acostumbraban ir en excursión al Templo de Mesa Arizona. La nueva misionera del templo dijo que recordaba una vez cuando vivía en El Paso, que había un grupo de miembros de Centroamérica que estaban varados en la frontera y que se les pidió que les ayudaran a llegar al templo. Ella dijo que el apellido de los que llevaron en su microbús era Alvarado. Fue en ese momento que se dieron cuenta de que la hermana Alvarado, con quien hablaba, era la misma persona que había conocido y ayudado a ir al templo casi 36 años antes.

El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “No hay tal cosa como casualidades cuando estás en el servicio del Señor”.

artículo en Noticias Iglesia

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