Nota de prensa

No razonar la necesidad

Hacer el mundo un poco mejor haciéndolo un poco más hermoso

La belleza alimenta nuestras almas. Necesitamos comida, agua y refugio para sobrevivir, pero necesitamos belleza para prosperar. Entonces, además de plantar huertos, plantamos flores. Construimos refugios, pero también pintamos murales, colocamos azulejos decorativos, rasgamos guitarras y construimos fuentes como las que vemos en abundancia. Anhelamos la creatividad que mejora nuestra existencia, aunque algunos puedan considerarla "no esencial".

En uno de sus famosos discursos, el Rey Lear de Shakespeare intenta ayudar a sus insensibles y egoístas hijas, Goneril y Regan, a comprender la naturaleza esencial de lo no esencial. Cuando sus hijas argumentan que ya no necesita todas las florituras de su vida anterior, Lear les implora: "¡Oh, no razonen la necesidad!" Reducida a sólo lo que necesitamos, dice, nuestra vida se vuelve “tan barata como la de una bestia” (ver “El rey Lear” de William Shakespeare, acto 1, escena 4, línea 304). Hay más en la humanidad, más en la vida que simplemente sostener la vida.

Fuimos creados no sólo para vivir sino para tener alegría. Cuando creamos y apreciamos la belleza, estamos siguiendo el patrón de nuestro Creador. Él hizo el sol porque necesitamos la luz del sol, y también hizo que los amaneceres y atardeceres sean coloridos porque necesitamos la belleza. Como Sus hijos, hacemos lo mismo cuando creamos obras de arte como estos coloridos mosaicos, no tanto porque sean funcionales sino porque son hermosos. De manera similar, podríamos afirmar una verdad, o compartirla a través de la poesía y la música, y de repente la verdad se convierte en un tesoro. La belleza mejora la vida.

Apenas unos días antes de Su entierro, una mujer se acercó al Señor con “un frasco de alabastro lleno de ungüento… muy precioso” (ver Marcos 14:3). En un acto de adoración sagrado y amoroso, aplicó el aceite fragante sobre la cabeza del Salvador. Algunos respondieron críticamente: el petróleo era muy caro y el gesto tan innecesario. Pero el Salvador respondió: “Una buena obra ha hecho conmigo” (véase Marcos 14:6). Pronto se olvidaría el coste del aceite, pero el hermoso gesto de la mujer siempre sería recordado.

Siempre que creamos con amor, cuando embellecemos cuidadosamente, cuando elevamos a otros con nuestros actos creativos de belleza, glorificamos a Dios. Nos acercamos un poco más a nosotros mismos y a los demás a lo divino. Así que la próxima vez que estés dispuesto a hacer algo hermoso, “razona, no la necesidad”. Haz que el mundo sea un poco mejor haciéndolo un poco más hermoso.

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