Nota de prensa

Nuestra búsqueda de la felicidad que satisface el alma

Jesucristo enseñó que la verdadera felicidad no se encuentra en la búsqueda del placer, sino en hacer algo que valga la pena por otra persona

En nuestro mundo moderno, es muy fácil entregarse al placer. Nuestros bisabuelos tenían que pasar la mayoría de los momentos de vigilia con innumerables tareas agotadoras solo para sobrevivir, pero hoy en día muchas de esas tareas ya no nos agobian. Somos más libres que nunca para buscar entretenimiento, para hacer lo que queramos, ir a donde queramos ir y comer lo que queramos, todo sin mucho esfuerzo.

Se podría pensar que seríamos más felices que las generaciones anteriores. Entonces, ¿por qué no lo somos?

La psiquiatra de Stanford, Anna Lembke, explica que nuestros cerebros buscan constantemente equilibrar el placer y la incomodidad. Cuando se necesita trabajo duro para lograr el placer, todo se mantiene en equilibrio. Pero cuando el placer llega con demasiada facilidad, "nuestro cerebro trabajará muy duro para restablecer un equilibrio nivelado. ... En el esfuerzo de nuestro cerebro por compensar el exceso de placer, deja de producir hormonas del placer. En otras palabras, cuando perseguimos demasiado el placer, sin propósito, sin esfuerzo, sin trabajo significativo, terminamos sintiéndonos vacíos e infelices.

Por el contrario, cuando nos involucramos en actividades más difíciles pero con propósito, equilibramos la química de nuestro cerebro. Es por eso que nos sentimos mejor después del esfuerzo de hacer un poco de ejercicio, resolver un rompecabezas difícil o hablar con alguien que no conocemos. Ese tipo de felicidad satisfactoria a menudo llega después de haber pagado el precio del esfuerzo, la concentración y el sacrificio.

Una mujer que pasó por un doloroso divorcio sintió tanta angustia que no quería levantarse de la cama por la mañana. Pero tenía dos niños pequeños que la necesitaban, así que se obligó a hacer lo que no tenía ganas de hacer. Mientras ayudaba a sus hijos a vestirse, desayunar y prepararse para el día, casi siempre se sentía mejor. Con propósito y esfuerzo, encontró sanación, incluso alegría, en su trabajo diario.

En realidad, este no es un concepto nuevo. Hace más de 2 000 años, el Señor Jesucristo enseñó de manera similar que la verdadera felicidad no se encuentra en buscar el placer, sino en hacer algo que valga la pena por otra persona. Él dijo: "El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará" (véase Mateo 16:25). El placer y el trabajo, la alegría y el sacrificio no son enemigos, sino compañeros en nuestra búsqueda de la felicidad que satisface el alma.

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