Nuestra responsabilidad moral

Juana de Arco fue una valiente heroína francesa del siglo 15 que murió como mártir a los 19 años de edad. En una dramatización de su vida, Juana declara a sus inculpadores justo antes de su ejecución: “Todo hombre y toda mujer entrega su vida por aquello en lo que cree. Hay veces en que la gente cree en poco o en nada, y, por lo tanto, ofrecen su vida a ese poco o nada. Una vida es todo cuanto tenemos, y la vivimos como creemos que debemos vivirla hasta el final. Pero renunciar a quienes somos, y vivir sin creencias, es más terrible que morir, más aterrador que morir joven ”.

Dolorosamente, la persecución y el maltrato de seres humanos no han cesado tras el martirio de Juana de Arco. De hecho, escribir una historia de persecución es como escribir la historia del mundo. Millones han sufrido bajo sus garras y nos afecta a todos. ¿Quién no ha sido jamás ridiculizado, rechazado, o tratado injustamente?

¿Por qué sucede eso? Por lo general, se maltrata a quienes parecen ser diferentes, y las creencias divergentes suelen ser el blanco predilecto de ese menosprecio. La defensa de tales convicciones pese a la persecución es la mayor prueba de la fortaleza moral.

En este mundo tan diversificado a menudo conocemos a personas buenas con opiniones y convicciones distintas a las nuestras. Pero hay al menos una responsabilidad moral que todos compartimos, la responsabilidad de oponernos a la persecución dondequiera que la hallemos. Cuando alguien es maltratado, podemos defenderlo aunque no compartamos sus creencias. Eso es algo que podemos hacer sin comprometer nuestras convicciones.

Cuanto más creamos en todo aquello que es noble y bueno y con cuanta más firmeza defendamos todo lo que es honorable y virtuoso, tanto más éxito tendremos en sobreponernos a la intolerancia del mundo. Esa es nuestra responsabilidad moral, la cual hará de este un mundo mejor.