Nota de prensa

Nuestro núcleo central

Jesucristo vino a sanar y unir a la familia de Dios. Su camino elevado y santo no siempre es fácil; y, sin embargo, conduce a una conexión duradera

Arthur Henry King fue un querido profesor de inglés que fue honrado dos veces por la reina Isabel II de Inglaterra por sus contribuciones profesionales en todo el mundo. Hombre profundamente religioso, consciente de la contención y la injusticia de la sociedad, escribió: "No estamos completos; Nos sentimos separados, nos sentimos incompletos. … ¿Cómo podemos ser uno con nosotros mismos, y con el padre, la madre, el hermano, la hermana, el esposo o la esposa, si no somos uno con Dios? Si fuéramos uno con Dios, ¿no deberíamos sentirnos uno con toda la humanidad?" (Véase "Expiación: La única integridad", por Arthur Henry King, Liahona, abril de 1975; véase también "Nuestra mejor historia", por el Elder Gerrit W. Gong, devocional de la Universidad Brigham Young, 11 de abril de 2023, pág. speeches.byu.edu.)

Para vencer la discordia en la familia de Dios, comenzamos por reconocer que somos una familia. Cuando honramos a Dios como nuestro Padre, el siguiente paso natural es tratarnos unos a otros como hermanos y hermanas.

Todas las familias comparten rasgos y características, y la familia de Dios no es diferente. A pesar de toda nuestra diversidad de opiniones y creencias, preferencias y prioridades, por no mencionar las diferencias de apariencia, compartimos el mismo origen divino, lo que nos da algunos rasgos espirituales comunes. En nuestro núcleo central, tenemos una luz dentro de nosotros; Algunos lo llaman conciencia, un sentido innato del bien y del mal. En el fondo, sentimos un anhelo de ayudar, no de dañar; mostrar respeto, no desprecio; ser una luz, no un juez.

Por supuesto, todos sabemos que las familias no siempre se llevan bien. Esa luz en nuestro corazón puede atenuarse si permitimos que la dureza de la vida se convierta en dureza con los demás. La ira puede llevar a la animosidad, incluso a la violencia. Los celos y la codicia pueden destrozarnos. Pero las familias pueden obrar a través de tales cosas, y esto debería ser especialmente cierto en la familia de Dios. Entonces, ¿cómo lo hacemos?

Jesucristo es el camino, y Él nos muestra el camino. Él vino a sanar y unir a la familia de Dios ayudándonos a revivir la luz que compartimos en nuestro núcleo central. Su camino elevado y santo no siempre es fácil; y, sin embargo, conduce a una conexión duradera: "Amad a vuestros enemigos", enseñó, "bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen". En otras palabras, sed pacificadores, "para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5:44-45).

Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)

Nota sobre la Guía de Estilo:Al publicar noticias o reportajes sobre La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tenga a bien utilizar el nombre completo de la Iglesia la primera vez que la mencione. Para más información sobre el uso del nombre de la Iglesia, visite nuestraGuía de estilo.