Paciencia

La alfarería está considerada entre una de las más antiguas y perdurables artes de la humanidad. El proceso es complejo al moldear el experto la arcilla hasta transformarla en una hermosa vasija. Si bien ello requiere tiempo y esfuerzo, el resultado hace que valga la pena, por lo cual a menudo se usa la alfarería como metáfora de cómo nuestras vidas son delicadamente moldeadas por la paciente mano de Dios.

Pero la paciencia no siempre es una virtud popular hoy día, cuando casi todo es instantáneo. En segundos preparamos comidas, fotos aparecen al instante en los teléfonos y cualquier tipo de información está rápidamente a nuestro alcance. El tener que esperar unos segundos ya resulta inconveniente al saltar de una aplicación a otra. Rara vez medimos el tiempo en minutos, sino en segundos y hasta milésimas de ellos.

Este aumento de velocidad resulta en muchas ventajas, pero también puede llevarnos a ser sumamente impacientes con los demás y con nosotros mismos.

Tener paciencia no quiere decir sufrir mientras esperamos para obtener lo que queremos; eso más bien revela impaciencia. Cuando somos realmente pacientes, cordialmente concedemos a los demás el tiempo que necesitan para lograr su potencial, comprendiendo que el progreso es un proceso y que no debemos poner presión en otras personas —ni en nosotros— pues eso sólo perjudica y crea frustración.

Tener paciencia quiere decir no desesperarse cuando se cometen errores, producir buenos cambios y reconocer que aun cuando se nos ofenda, no daremos cabida al enojo ni a los resentimientos mientras buscamos una solución. La paciencia nos inspira a dar una oportunidad más, tal como esperaríamos que se nos la diera a nosotros. La paciencia es el poder que nace de la esperanza y la confianza de que, con el tiempo, las cosas mejorarán.

Aun en nuestra agitada vida, permitamos que el Maestro Alfarero haga Su trabajo. Si somos pacientes, veremos hermosos resultados.