De vez en cuando, la vida nos regala pequeños momentos que nos ayudan a comprender parte del significado detrás de las palabras “Caros niños, Dios os ama” (vea “Caros niños, Dios os ama”, “Himnos”, núm. 47).
Un niño pequeño suelta su dedo y da sus primeros pasos por sí solo. Años más tarde, observa con cierto orgullo pero también cierta preocupación cómo cruza las puertas en su primer día de clases, y todos los días posteriores. Y luego, finalmente, esos sentimientos regresan cuando se dirige a establecer su propio hogar y comenzar el proceso nuevamente con su propia familia. Con cada paso, se vuelve más independiente y fuerte. Sin embargo, seguirá siendo para siempre su amada hija(o).
Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
Eso debe parecerse un poco a lo que nuestro Padre Celestial siente por nosotros. Él sabía que necesitábamos dejar Su presencia por un tiempo para aprender y crecer a través de nuestras propias decisiones, nuestras propias experiencias. Y, sin embargo, Él nunca está realmente tan lejos. Es posible que necesitemos la experiencia de tropezar con pies inestables, de ampliar nuestra mente con información desafiante o de que nos rompan el corazón ante desafíos difíciles. Pero también necesitamos saber que a pesar de todo seguimos siendo sus amados hijos, que Él está cerca de nosotros y que no enfrentamos ninguno de esos desafíos solos. Él puede levantarnos nuevamente. Él puede hacer brillar la luz de la verdad sobre nuestra confusión. Y Él puede sanar nuestro corazón herido.
Por supuesto, no podemos esperar que nuestro Padre Celestial haga desaparecer nuestros problemas. Sin fricción no hay movimiento hacia adelante. Sin resistencia, no construimos fuerza. Pero como sabemos que Dios es nuestro Padre, también sabemos que Él no está tratando de engañarnos, atraparnos o hacernos tropezar. Él quiere que seamos felices; Él quiere que tengamos éxito.
Él nos amó tanto que nos dio un Salvador (vea Juan 3:16). En un mundo de desánimo, duda y discordia, Él nos dio mandamientos de amarlo a Él y a los demás (vea Mateo 22:37–39). Nuestros pasos pueden ser inestables a veces, pero si son pasos hacia Él, el viaje puede ser dulce y el destino glorioso.
En palabras de un querido himno:
Tan sólo con pensar en Ti
me lleno de solaz,
y por Tu gracia, oh Jesús,
veré Tu santa faz.
(Véase “Tan sólo con pensar en Ti”, “Himnos”, núm. 76.)
Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)