Jesús de Nazaret una vez extendió esta audaz invitación: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). El mensaje parece ser que Dios tiene más para ofrecernos — más fe que impartir, más consuelo que otorgar, más bendiciones que derramar. Él quiere dar más, pero espera que nosotros pidamos, busquemos, y llamemos.
La invitación parece ser sencilla, pero es de suma relevancia. Cuando vamos ante el Dios Todopoderoso y volcamos nuestro corazón en oración, algo sucede en nuestro interior. La hipocresía y la vanidad se desvanecen ante el Dios de toda verdad. Nuestra visión se ensancha y nuestra confianza se profundiza cuando se centran en Él, y, a menudo, es al pedir y buscar que descubrimos lo que realmente anhelamos.
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Abraham Lincoln, quien guio a su nación durante oscuros tiempos de guerra civil, humildemente explicó: “Muchas veces me he postrado en oración impulsado por la más absoluta convicción de que no había ningún otro lugar a dónde ir. Mi propia sabiduría y la de quienes me rodeaban, parecían insuficientes”.
Hay momentos en que la vida nos hace ponernos de rodillas; situaciones que no podemos enfrentar, problemas que no podemos resolver, y debilidades que no podemos superar solos. Ya sea en voz alta o en el silencio del corazón, toda oración sincera llega a los cielos. A veces, el solo saber eso, nos trae paz y nos da esperanza.
Cuando oramos, no estamos tan solo haciendo un pedido. Tampoco tratamos de ajustar la voluntad de Dios a la nuestra para obtener lo que deseamos; más bien buscamos una conexión con los cielos. Es cierto que Dios sabe lo que necesitamos antes de pedírselo, pero hay un gran poder en pedir, buscar, y llamar; nos hace examinar nuestro corazón, al tiempo que intentamos entender el de Dios.
La oración nos permite vernos a nosotros mismos desde una perspectiva más amplia y eterna. Las nubes se corren y descubrimos que no estamos solos ni indefensos, y, en el debido momento de Dios y a Su manera, aceptamos la promesa de que “todo aquel que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:8).
Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)