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Primeros misioneros mayores de Belice

El trabajo en el templo siempre ha sido una prioridad para los Gordon

La obra misional de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se inició en Belice el 5 de mayo de 1980 con la llegada del presidente Samuel Flores de la Misión Honduras Tegucigalpa y el élder Robert Henke, un misionero de tiempo completo. Al día siguiente, llegaron 10 misioneros adicionales y fue organizada la Rama Ciudad de Belice.

 

Tres años más tarde Hilberto Cassanova fue llamado como el primer misionero de tiempo completo de Belice, pero no fue sino hasta 17 años después de la llegada de los primeros misioneros que la primera pareja mayor fue llamada de Belice para servir una misión de tiempo completo.

El 15 de mayo de 2017, Silvert George Gordon y su esposa, Jennifer Georgia Gordon, abordaron un autobús en Belice a las 7:40 p.m. y viajaron toda la noche hasta llegar a la Ciudad de Guatemala a las 5:00 de la mañana donde comenzarían su servicio como misioneros en el Templo de la Ciudad de Guatemala.

Los templos de los Santos de los Últimos Días se consideran casas de Dios, un lugar de santidad y paz aparte de las preocupaciones del mundo. Proporcionan un lugar donde los miembros de la Iglesia hacen promesas y efectúan compromisos formales con Dios. También son el lugar donde se administran los mayores sacramentos de la fe: el matrimonio y el “sellamiento” de las familias por la eternidad.

El hermano Gordon siempre ha tenido un amor especial por el trabajo misional desde que se unió a la Iglesia en 2001. “Yo siempre salía con los misioneros”, dice el hermano Gordon. “Yo admiraba a esos jóvenes. Pero siempre pensé que mi tiempo había pasado, y que nunca tendría la oportunidad de cumplir una misión”.

Todo eso cambió a principios de este año cuando el presidente Luis A. Ochoa, presidente del Distrito de la Ciudad de Belice invitó a los Gordon a su oficina. En esa reunión, el presidente Ochoa extendió un llamamiento a los Gordon para que sirvieran como misioneros de tiempo completo en el Templo de la Ciudad de Guatemala.

El hermano Gordon recuerda el acontecimiento. “No podíamos creerlo. Lágrimas de alegría llenaron los ojos de mi esposa. ¿Cómo podríamos decir no? Cuando se trata de la obra de nuestro Padre Celestial, ¿por qué no sacrificar? Él nos dio vida, nos dio trabajo, nos dio todo. Encontraremos la manera de servir”.

“El presidente Ochoa nos dijo que el presidente Norman, presidente del Templo de la Ciudad de Guatemala, le preguntó si había miembros de Belice que podrían considerarse para servir como misioneros en el templo. El presidente Ochoa dijo que se detuvo un momento y luego nos vio claramente en su mente. En ese momento supe que no podía dar la espalda a nuestro Padre Celestial”.

Después de aceptar el llamamiento de servir, el presidente Ochoa dijo: “Le diré al presidente Norman que ustedes vienen”.

Como todos los misioneros de tiempo completo, los Gordon tuvieron que hacer muchos preparativos con su familia y trabajo para cumplir una misión. Para el hermano Gordon, eso significaba retirarse de un lugar donde había sido un valioso empleado durante 28 años.

El trabajo en el templo siempre ha sido una prioridad para los Gordon, que fueron sellados por tiempo y toda la eternidad en el Templo de la Ciudad de Guatemala el 10 de agosto de 2007. La hermana Gordon recuerda las dificultades de ir al templo, pero añadió que todo valió la pena.

“Se requiere mucho sacrificio. Los templos están tan lejos (desde Belice)”, dijo. “Teníamos que salir a las 12:00 de la noche y llegar a las 6:00 de la mañana para que pudiéramos pasar el día en el templo. Estar aquí en Guatemala ha sido una bendición. Desde que llegamos aquí también hemos podido ir a los templos de Quetzaltenango y San Salvador para hacer el trabajo del templo por nuestros antepasados. Hemos recibido muchas bendiciones”.

Los templos son el único lugar donde se pueden realizar ceremonias como el bautismo y el matrimonio eterno a favor de personas fallecidas, una práctica que los Santos de los Últimos Días sostienen que se seguía en la época del Nuevo Testamento pero que luego se perdió.

Hablando de la alegría que han encontrado desde que se unieron a la Iglesia, la hermana Gordon dijo: “Estamos muy contentos de ser Santos de los Últimos Días. Nos enseña tantas cosas que nos hacen felices. Vivimos una vida diferente y somos felices ahora que somos miembros de esta Iglesia”.

El hermano Gordon expresó sentimientos similares. “Todos los días soy feliz por la alegría que siento al ser miembro de esta Iglesia”.

La obra misional de la Iglesia es voluntaria. Los misioneros pagan su propia misión, excepto el transporte hasta el campo misional y de regreso, y no reciben remuneración por sus servicios.  

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