Suele decirse que en todo viaje en la vida, el trayecto en sí es tan transcendental como al arribo al destino. Tal es también el caso con la Navidad. Esta celebración está tan colmada de dicha que solo un día no alcanza para disfrutarla en su totalidad. Inevitablemente, el brillo de las luces, el colorido de las decoraciones, y el espíritu de cooperación, rebosan durante las semanas anteriores al 25 de diciembre.
Particularmente los niños, ven acercarse la Navidad con enorme expectativa lo cual resulta contagioso para los demás. Esto hace que también los adultos planeen y se preparen con marcada expectativa y llenos de entusiasmo, tarareando a lo largo del día los tradicionales villancicos.
Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
Sin embargo, en toda esa expectativa, es importante recordar a quién esperamos pues, si no lo hacemos, resulta muy fácil, en medio de toda la conmoción, perder de vista qué es lo que realmente estamos celebrando. La verdad es que no hay Navidad sin Cristo. La expectativa de la Navidad es un eco de lo que los creyentes han sentido en cuanto a Él por siglos. Las festividades, las luces, y las decoraciones son, en el mejor de los casos, una oportunidad de honrar al Hijo de Dios.
Jesús no fue un niño como cualquier otro. Su nacimiento y Su ministerio trajeron luz y vida eterna al mundo. Él nos mostró el camino, vivió, y dio Su vida por nosotros. Entonces, a medida que pensamos en los obsequios que daremos en la mañana de Navidad, es apropiado meditar en cuáles podríamos ofrecer a ese Ser cuyo nacimiento celebramos.
La poetisa inglesa Christina Rossetti escribió:
¿Qué puedo obsequiarle
con escaso dinero?
Si fuera un pastor,
le llevaría un cordero.
Si fuera yo un mago,
desde lejos viajaría
y con pleno propósito,
mi corazón le daría.
Al dar de nosotros mismos —un corazón lleno de amor— demostramos nuestra fe en el Dador de todo lo bueno.
En esta época del año, al acercarse la celebración del nacimiento de Cristo, quizá podríamos tenerlo más presente en nuestros pensamientos, en nuestras acciones, y en nuestra anticipación de la Navidad. De hecho, ese día solo no puede contener nuestro amor por Él pues impregna todos los aspectos de nuestra vida, a lo largo de todo el año.
Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)