Nota de prensa

Reparar lo que está dañado

Es fácil acostumbrarse a cómo son las cosas y, con el tiempo, los problemas que alguna vez fueron tan obvios, incluso urgentes, se vuelven invisibles para nosotros

Hace muchos años, una familia enfrentó un pequeño contratiempo, como esos que todos tenemos de vez en cuando; un caño roto en el techo del baño. El goteo fue incesante hasta que llamaron a un plomero para resolver el asunto. Para llegar al lugar de la pérdida, el plomero tuvo que hacer un agujero en el techo. Al terminar su trabajo, dio instrucciones a la familia de que dejaran pasar varios días para que todo se secara antes de recubrir el agujero.

Pero los días se volvieron semanas, después meses, y hasta más de un año y, con el transcurso del tiempo, la familia ya no veía el agujero en el techo. Un día, una pequeña amiga de la hija que estaba jugando en la casa, tuvo que usar el baño, y al entrar en él exclamó, “¿Por qué tienen un agujero en el techo?” Cuando la familia le explicó lo que había sucedido, fue como si percibieran el agujero por primera vez.

Es fácil acostumbrarse a las cosas como son, y, con el tiempo, los problemas que una vez fueron obvios y hasta urgentes, llegan a pasar desapercibidos. A menudo es necesario que una persona ajena nos señale amorosamente las averías de nuestras vidas. Un amigo, un familiar, o alguien que quiera lo mejor para nosotros, puede darnos una perspectiva fresca al ver cosas que nosotros no vemos, y ayudarnos a realizar las reparaciones necesarias. Pero eso requiere sinceridad y humildad, tanto de quien da el consejo, como de quien lo recibe.

Lo cierto es que todos podemos beneficiarnos con algunas reparaciones en nuestras vidas. Tal vez nuestros corazones estén dañados por sentimientos inflexibles o por el pausado goteo del rencor, la intolerancia y el cinismo. Quizá debamos cubrir agujeros en nuestras relaciones con perdón y compasión.

Más allá de cuáles reparaciones sean necesarias, no hay porqué hacerlas solos; nos tenemos los unos a los otros y, por encima de todo lo demás, tenemos al Señor Jesucristo, quien dijo: “Te basta mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Finalmente, el Señor nos da poder para sanar, para transformar nuestras debilidades en fortalezas, y para reparar lo que está dañado.

Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)

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