Todo ser humano merece ser recordado, reconocido, y valorado pero, lamentablemente, no todos lo somos. ¿Quién entre nosotros no se ha sentido alguna vez olvidado u omitido? De muchas maneras, la vida moderna parece ser por demás gregaria, con más medios de comunicación pero con menos verdaderas conexiones. Muchas personas se sienten solas, aun cuando estén en medio de una multitud.
Hace unos 2.600 años, al profeta Jeremías se le llamó a predicar el arrepentimiento al pueblo. A veces sencillamente lo ignoraban, pero casi siempre lo rechazaban y perseguían. Mas él sabía que no estaba solo. “Tú lo sabes, oh Jehová”, dijo, “acuérdate de mí, y visítame… tu palabra fue para mí el gozo y la alegría de mi corazón, porque por tu nombre soy llamado, oh Jehová Dios de los ejércitos”.
- Se nos llama para velar por los demás
- En vez de centrarnos en nosotros mismos, podemos notar a quienes nos rodean: el bien que hacen, los desafíos que enfrentan, y las cargas que los agobian
- Quizá no podamos resolver todos los problemas, pero si alguien se siente abandonado, podremos hacer algo al respecto
- Todo cuanto se requiere es responder al llamado de compartir un poco del amor que Dios nos brinda
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En verdad, hay Alguien que nunca nos olvidará ni abandonará, Alguien que vela por todos nosotros. Más allá de nuestra condición en la vida, de nuestro pasado o presente, y de nuestro estrato social, para Dios todos somos de valor infinito. Aun cuando nadie sepa por lo que estemos pasando, Él sí lo sabrá. Aun cuando nadie parezca recordarnos, Él sí nos recuerda.
En ese momento, es imposible vernos a nosotros mismos o a otras personas del mismo modo. Casi instintivamente, queremos que los demás también se sientan apreciados, comprendidos y recordados. En ese sentido, a todos se nos ha llamado como a Jeremías, a hacer nuestra parte para que el mundo sea un poco mejor, una persona a la vez. Se nos llama para velar por los demás.
Esta es la sanación más segura para quien se siente solo o carente de valor. En vez de centrarnos en nosotros mismos, podemos notar a quienes nos rodean: el bien que hacen, los desafíos que enfrentan, y las cargas que los agobian. Quizá no podamos resolver todos los problemas, pero si alguien se siente abandonado, podremos hacer algo al respecto. Todo cuanto se requiere es responder al llamado de compartir un poco del amor que Dios nos brinda. Saber sonreír, escuchar, y hablar con bondad, puede ser para el necesitado, el gozo y la alegría de su corazón.
Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)