En un mundo donde todo va rápido y estamos hiperconectados, la cocina sigue siendo ese lugar mágico donde el tiempo se detiene y las personas se conectan de verdad. Ahí no solo se preparan comidas: se construyen recuerdos, se transmiten valores y se fortalecen lazos que alimentan el corazón.
Cocinar en grupo tiene algo especial. Es compartir risas, equivocarse juntos, aprender uno del otro. Es oler una receta y que, de golpe, regresen a la mente los domingos en casa de la abuela, las historias de papá o el consejo de mamá. La cocina tiene ese poder: activa los sentidos y deja huellas en el alma.

Con esa energía se vivió la actividad Super Chef, donde los jóvenes de los barrios La Joya y Metropolis de la Estaca Samborondón demostraron que el talento, el trabajo en equipo y el sabor ecuatoriano pueden ir de la mano. Divididos en grupos y colores, los hombres jóvenes y mujeres jóvenes enfrentaron el reto de preparar platos típicos como seco de pollo, fritada y churrasco… ¡desde cero!

Primero, eligieron los ingredientes, luego un sorteo les dijo qué plato debían cocinar. A partir de ahí, todo fue acción: organizarse, limpiar, picar, sazonar, cocinar, cuidar que nada se queme, y al final, ¡emplatar como verdaderos chefs! Cada detalle contaba, porque un jurado formado por chefs profesionales los evaluaba todo con atención. Mientras tanto, sus padres y obispos los veían desde una pantalla gigante, emocionados y orgullosos.
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Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
Hubo momentos tensos, sí. Pero también muchísima alegría, compañerismo y creatividad. Cada grupo se las ingenió para trabajar en armonía y sacar lo mejor de cada uno. Fue más que una competencia: fue una experiencia que unió, enseñó y dejó huella.

Edward Zambrano, presidente de la Estaca Samborondon mencionó: "Queremos que cada joven aprenda autosuficiencia, que sepa valerse por sí mismo. Cocinar no es solo una habilidad práctica, es una herramienta para el futuro, que esten preparados para cuando salgan a la misión o formen sus propios hogares. A lo largo de nuestro sendero del discipulado encontramos atributos que debemos incorporar a nuestro diario vivir, en un esfuerzo continuo que nos lleva a ser mejores e irnos refinando."
Y así fue como entre sabores, recetas, risas, ollas y cucharones, se cocinó algo mucho más grande: confianza, crecimiento personal y el sabor de saber que uno puede con todo, si lo hace en equipo y con amor.