Vivimos en una época en la que la gente valora el ajetreo. Si tu agenda está llena y tu lista de tareas pendientes es larga, la gente asume que estás viviendo una vida bastante exitosa. Pero, ¿es eso necesariamente así?
La respuesta depende de lo que hayamos puesto en ese cronograma y esa lista de tareas pendientes. Como dijo el autor Stephen Covey: "La clave no es priorizar lo que está en tu agenda, sino programar tus prioridades" ("Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas", por Stephen R. Covey, publicado en 2004, página 161).
Si escudriñamos nuestros corazones, muchos de nosotros diríamos que queremos una relación cercana con Dios, una familia feliz, buena salud y buenas relaciones. Pero si no hacemos tiempo para esas cosas más importantes, antes de que nos demos cuenta, otras demandas de la vida las desplazan rápidamente.
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Al ver que esto estaba sucediendo en su propia vida, un hombre decidió poner las cosas patas arriba. Escribió una lista de sus verdaderas prioridades. Cuando puso a Dios en lo más alto, se dio cuenta de que necesitaba programar un bloque de tiempo para la oración diaria y la lectura de las Escrituras. Decidió que ese tiempo tenía que ser el primero, no después de correr todo el día, lo que lo dejaba demasiado cansado. No, él dejaría que su primera conversación cada día fuera con Dios.
De repente, las otras cosas se ocuparon de sí mismas. Tomarse un tiempo para la conexión espiritual mejoró todas sus otras conexiones: con su familia, compañeros de trabajo y vecinos. Su vida era mejor porque sus prioridades eran mejores.
Del mismo modo, una mujer ocupada deseaba tener más tiempo para servir a sus vecinos, así que decidió hacer tiempo. Estableció un recordatorio diario en su teléfono inteligente, llamándolo simplemente "Muéstrale un poco de amor a un vecino". Sus simples actos de amor no le llevaron mucho tiempo, pero sí una elección consciente.
Cuando nos sentimos insatisfechos con la vida, tal vez nuestro problema no es que hayamos fracasado; es que estamos teniendo éxito en las cosas equivocadas. Cuando somos fieles a nuestras prioridades más altas, estamos más relajados y nuestros pensamientos son más claros, nuestro paso es más ligero. Sabemos quiénes somos y hacia dónde vamos. Cuando ponemos las cosas eternas por delante de las cosas materiales, estamos en el camino hacia el único éxito que importa: el éxito que dura para siempre.