Una casa aún en pie

Hace algunos años, viajé a Roma, Italia. Como muchos visitantes, recorrí lugares históricos, admirando la belleza y el legado de esta ciudad única. En uno de los recorridos, visité una antigua casa italiana. Jardineras con flores frescas adornaban las ventanas, las persianas habían sido pintadas recientemente y la luz del porche brillaba con intensidad.

Sin embargo, al observar con detenimiento, noté imperfecciones: el estuco se había desprendido en algunas zonas, dejando al descubierto la piedra. También se evidenciaban grietas en varias superficies.

Pregunté a la guía por qué esa casa era parte del recorrido. Ella respondió: “Esta casa representa a cada uno de nosotros. No es perfecta, pero sigue en pie”.

Desde entonces, esa afirmación me acompaña: "No es perfecta, pero sigue en pie". Al recordar esa vivienda, pienso en mi vida y reconozco mis propias imperfecciones. A veces deseo avanzar más rápido y me frustro al ver que mi “estuco” personal sigue cayendo, revelando una estructura interna aún en formación.

Pero también me doy cuenta de que, igual que esa casa, sigo en pie. ¿Imperfecto? Sí. ¿Sigo intentándolo? También. Ese recuerdo se ha convertido en un símbolo de esperanza, una invitación constante a seguir esforzándome, a arrepentirme, a pedir perdón y a decir “lo siento”.

No alcanzaremos la perfección en esta vida, pero podemos mejorar cada día. Todos somos como esa antigua casa italiana: imperfectos, pero con la capacidad de ofrecer algo valioso. Aun mientras trabajamos en nuestras debilidades, podemos encender nuestra luz interior y compartirla con los demás.

Podemos tender flores al mundo, con la esperanza de alegrar a alguien más. Podemos abrir nuestras persianas para dejar entrar la luz de nuestro Padre Celestial y reflejar amor hacia los demás. Incluso en nuestra imperfección, podemos ser una bendición.

Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)