Las hermanas (de izquierda a derecha) Álvarez, Cárdenas, y Morris 2016 by Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 6 |
El programa misional de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es una de sus características más reconocidas. Se puede ver a los misioneros de la Iglesia en las calles de cientos de ciudades importantes del mundo, así como en miles de comunidades más pequeñas.
Los misioneros reciben su asignación de la sede de la Iglesia y son enviados solamente a países donde los gobiernos permiten que la Iglesia funcione; no escogen el área donde son asignados ni saben de antemano si tendrán que aprender un idioma. La obra misional es totalmente voluntaria y no les pagan por sus servicios.
La mayoría de los misioneros son jóvenes menores de 25 años, que sirven en más de 400 misiones en todo el mundo, incluyendo 18 en Centroamérica. Las mujeres solteras mayores de 19 años constituyen más de 25 por ciento de los más de 74,000 misioneros de tiempo completo que actualmente sirven en todo el mundo. Tres de ellas están sirviendo en la Misión Sur de la Ciudad de Guatemala.
Para las hermanas Morris, Álvarez y Cárdenas, no hay tal cosa como un día promedio o típico. Se puede describir mejor como un día dedicado al Señor. El día comienza temprano, despiertan a las 6:30 am y terminan sus labores a las 10:30 pm. El día se dedica al proselitismo yendo a las citas, visitando hogares o conociendo gente en la calle u otros lugares públicos.
Servir una misión para muchos de los misioneros no sólo es un compromiso importante, sino que también es una decisión importante.
“Nunca me di cuenta de lo importante que son las decisiones hasta que tomé la decisión de servir una misión, y esa decisión ha cambiado mi vida entera”, dijo la hermana Cárdenas, quien es del estado de Utah en Estados Unidos.
“Durante mi misión he experimentado hambre y sed; he caminado y corrido hasta que me duelen los pies para llegar a las citas a tiempo; he experimentado la enfermedad y seguí trabajando con fiebre alta y dolores de cuerpo. He hecho todas estas cosas porque amo a mi Padre Celestial, a mi Salvador, y al pueblo de Guatemala. Como misioneras, enseñamos a la gente porque los amamos; porque queremos que sean verdaderamente felices, porque queremos que tengan paz. Lo hacemos por amor”.
Aprender otro idioma y ajustarse al horario misional a veces puede ser difícil. La hermana Morris, originaria del estado de Utah, dijo: “Ser misionera me ha mostrado más que nunca que Dios está en los detalles de nuestras vidas. Nos conoce perfectamente y nos ama con un amor perfecto. Antes de mi misión, todo me resultaba tan fácil; deportes, escuela, iglesia. No tuve ningún ensayo o prueba importante en absoluto. Pero, venir a Guatemala fue una experiencia humillante. De repente, todo no fue tan fácil. Me di cuenta de que no estaba sola y recordé algo que me enseñaron: que Dios siempre está allí y que Él escucha con amor”.
Los contactos con familiares y amigos durante este tiempo de servicio se limitan a cartas y llamadas telefónicas ocasionales a familiares en momentos especiales. Los misioneros evitan el entretenimiento, las fiestas u otras actividades comunes a este grupo de edad durante su misión para que puedan centrarse enteramente en el trabajo de servir y de enseñar a otros el Evangelio de Jesucristo.
“Puedo decir que venir a la misión ha sido una de la mejores decisiones que he tomado en mi vida. Estoy agradecida con mi Padre Celestial por permitirme servir una misión de tiempo completo y que me haya llamado a servir en la misión Guatemala Sur", dijo la hermana Álvarez de Honduras. "Aquí es el lugar donde tuve que venir para aprender y progresar. A lo largo de mi misión he visto un gran cambio tanto en mí, como en las personas a las cuales he podido compartir el Evangelio. Ha sido una bendición poder compartir el Evangelio”.
La misión no sólo está llena de eventos que alteran la vida, también está llena de milagros que viene de vivir una vida centrada en Cristo.
“El mayor milagro y cambio que he visto está en mí misma. He cambiado y cambiado y cambiado una y otra vez. He podido conocer a mi Padre Celestial más personalmente y sentir Su amor infinito y perfecto. ¿Lo haría de nuevo? ¿Dejaría mi país, mi casa, mi familia? ¿Lo haría todo de nuevo? Sí, definitivamente lo haría sin dudarlo, y lo haría una y otra vez”, dijo la hermana Cárdenas.
El presidente de la Iglesia, Thomas S. Monson, dijo: “Los misioneros de tiempo completo deben dominar tres habilidades básicas: (1) Prepararse con un propósito, (2) enseñar con testimonio y (3) trabajar con amor. Estas tres hermanas, que representan a los más de 74,000 misioneros que sirven por todo el mundo, son ejemplos perfectos de esos requisitos.