A medida que los conflictos hacen estragos en todo el mundo, es posible que nos sintamos inseguros, indefensos e incluso desesperanzados a veces. Pero Dios no quiere que Sus hijos se sientan así. Él sabe todo acerca de los problemas del mundo; pero también sabe dar, como dice la Escritura, «hermosura por ceniza, óleo de gozo por luto, manto de alabanza por espíritu de pesadumbre» (Isaías 61,3). Jesús dijo: "Yo he venido como luz al mundo, para que todo aquel que en mí cree, no permanezca en tinieblas" (Juan 12:46). Debido a esa creencia, a esa confianza, podemos encontrar belleza incluso en los días feos, luz incluso en los días oscuros, y paz y alegría incluso en medio de la confusión y la tristeza.
Temple Square is always beautiful in the springtime. Gardeners work to prepare the ground for General Conference. © 2012 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved. | 1 / 2 |
¿Significa eso que simplemente cerramos los ojos al sufrimiento en el mundo, fingiendo que todo está bien? No. Simplemente significa que buscamos, sostenemos y promovemos lo bueno, lo verdadero y lo bello. La verdadera paz y alegría provienen de la tranquila seguridad de un mundo mejor por venir. ¿Y qué traerá ese mundo mejor? Los esfuerzos pacientes e incansables de personas que, con fe en el Señor y confianza en Sus promesas, se esfuerzan por hacer lo correcto, aquí y ahora, incluso cuando no es fácil. La paz y la alegría pueden habitar en nuestras almas, incluso cuando el mundo pacífico y alegre que imaginamos parece lejano. Obtenemos un anticipo cuando permitimos que Dios entre en nuestras vidas, cuando extendemos a los demás el amor y el respeto de nuestra humanidad común.
Si le preguntas a alguien cómo es experimentar paz y alegría en medio de la confusión y la tristeza, es posible que tenga problemas para explicarlo. El sentimiento es real, profundo y poderoso, pero también es indescriptible, indescriptible, demasiado grande para expresarlo con palabras. Simplemente hay que experimentarlo para entenderlo. Llega en momentos tranquilos, a veces inesperados. Como enseñó el apóstol Pablo: "La paz de Dios... sobrepasa todo entendimiento" (Filipenses 4:7).
Pero sí entendemos esto: la paz de Dios comienza cuando aceptamos la invitación del Señor de "tener paz los unos con los otros" (Marcos 9:50). La paz debe venir primero de adentro; Entonces puede fluir de nosotros al hogar, a la comunidad y al mundo.