Unidos a Su yugo

A veces nos sentimos como peregrinos en un mar de confusión. Un peregrino es alguien que ha viajado lejos de su hogar y que, quizá, se sienta maltrecho, perdido, o debilitado. Pero los peregrinos no son vagabundos sin rumbo, sino que viajan con un propósito. Saben que este agitado y turbulento mundo no es su verdadero hogar, así que van en busca de la fortaleza y la gracia de los cielos. Cuando todo lo demás se derrumba a su derredor, tratan de asirse con fe a algo seguro, a alguien en quien confiar que nunca los decepcionará.

¿Dónde lo encontramos? Estas palabras de las santas Escrituras nos sirven de guía: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí… y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”.

Puede parecer extraño ofrecer un yugo a alguien que trata de descansar de sus tareas. ¿Cómo puede un yugo aligerar nuestras cargas?

Un yugo es una viga de madera puesta sobre los hombros de un animal, como un buey, y amarrada a una carga de la cual se debe tirar. Está diseñado para ampliar al máximo la capacidad del buey. Un yugo también es comúnmente usado para sujetar a dos animales para que puedan jalar de una carga juntos. Aunque uno de los bueyes sea algo débil, gracias al yugo, el más fuerte puede tirar de la carga sin tener que arrastrar también al otro animal, ya que el potencial máximo de los dos bueyes está mancomunado.

Al invitarnos a unirnos a Él en Su yugo, el Señor no promete que nuestras cargas desaparecerán, sino que se ofrece a llevarlas con nosotros, a sanarnos, y a consolarnos en nuestros pesares. Nadie es tan fuerte como quisiera serlo; todos necesitamos ayuda de ese Alguien mayor que nosotros, y cuando el viaje nos fatiga, Él puede ayudarnos a encontrar lo que hemos estado buscando, descanso en Él.